viernes, 5 de marzo de 2010

CAPITULO 11


CAPÍTULO 11: LA CARA DE UN HOMBRE QUE CONOCÍA.



Miranda envió el mensaje y respiró hondo, intentando calmar el cosquilleo que comenzaba en su estómago.


No me lo puedo creer! Quiere verme! Quiere verme!


Se lanzó sobre la cama boca abajo y presionó su cara contra la almohada para ahogar los gritos de histeria debido a la alegría y excitación que salían de su interior. Cinco minutos después, mientras seguía tumbada en la misma posición, su móvil comenzó a moverse animadamente en su mesilla. Se quedó paralizada mientras alzaba su cabeza de la almohada, intentando localizar el teléfono que continuaba vibrando sobre la pequeña mesa.


Lo localizó de inmediato y lo agarró.


Oh mierda”. Respiró hondo mientras leía la identidad de la llamada. Un número privado. Volvió a respirar hondo, recuperando algo de control. “Respira Miranda...¡y contesta!”


Su dedo tembló según pulsaba la tecla verde y se concentró en controlar su voz para que no se quebrase.


Miranda Walker” dijo, consiguiendo, sin saber muy bien cómo, controlar su voz.


¿Miranda? Hola, soy Robert”.


El sonido de su voz pronunciando su nombre desencadenó una serie de recuerdos en su subconsciente.


¡Oh! Hola!” rió nerviosa mientras se sentaba en la cama “¡Qué rápido eres!”.


Robert se aclaró la garganta nervioso, claramente sin saber muy bien que decir ante eso.


Estoy bromeando. Quiero decir...acabo de contestar a tu mensaje”.


Él se rió un poco. “Sincronización, supongo. Acaban de darme un descanso y estaba revisando mi correo y vi que me habías escrito. Así que bueno...ya sabes”


Por supuesto. Por favor, no me malinterpretes... me alegro mucho de que me hayas llamado” aseguró, reprimiendo una sonrisa ante los esfuerzos de Robert por explicar por qué había llamado tan rápido. Deseaba que hubiera dicho “Porque no he podido evitar llamarte” pero eso habría sido mucho pedir.


Vale”. Robert soltó una leve carcajada y pudo escuchar su aliento al otro lado del teléfono, lo que hizo que se le pusiera la carne de gallina.


¿Cómo estás?” preguntó Miranda cambiando de tema mientras se frotaba la piel.


Estoy bien. Estresado” contestó él con un suspiro.


Oh...¿muchas entrevistas?” Ella sabía que el estreno de Luna Nueva estaba a la vuelta de la esquina y que eso le tendría muy ocupado.


Entre otras cosas”. De repente, su voz se tornó algo distante, como si su boca estuviera lejos del receptor.


Supongo que entonces tendrás muchas cosas que contarme” sugirió Miranda, entornando los ojos ante su torpe intento de asegurarse una cita.


¿Comemos?”


Por supuesto. Quiero decir... si quieres”. Miranda hizo una mueca, avergonzada por lo directa que estaba siendo. ¡Maldita sea, deja de ser tan ansiosa!


Vale, ¡sí! Por supuesto. Pero estaba pensando que tal vez podríamos salir a tomar algo esta noche Quiero decir... si quieres” sugirió él con voz algo nerviosa.


¿Esta noche? Oh, lo siento...” Miranda apretó los dientes frustrada. No podía dejar tirado a Andy. “Esta noche no puedo... ¿ Qué tal mañana por la noche?”


Tengo un compromiso mañana por la noche” dijo Robert con un suspiro, imitando la frustración de Miranda.


¿Comemos entonces?” contestó Miranda con una sonrisa triste, odiando lo deprisa que esto se le estaba yendo de las manos. Esa era su suerte.


Espera un momento”. Miranda pudo oír un ruido al otro lado del teléfono, obviamente debido a que Robert estaba intentando sostener el teléfono entre su oreja y su hombro mientras echaba un ojo a una serie de papeles.


¿Repasando la agenda?” dijo Miranda riéndose.


Sí... Ni de coña puedo aprenderme todo esto de memoria” admitió con una carcajada.


¿Tanto tienes?”


Sí.. tengo una incapacidad extraordinaria para organizar mi vida”.


Miranda se rió mientras se dirigía al espejo, estudiándose a sí misma.


Mierda...esto es muy raro” dijo Robert de repente.


¿Qué pasa?” preguntó ella, frunciendo el ceño ante el espejo.


Es solo que...” comenzó a decir dudoso. “Creo que reconocería tu voz incluso si no me dijeras que eres tú...”. Se aclaró la garganta nervioso, sorprendido por lo que acababa de admitir tan fácilmente. Miranda reculó hasta el borde de la cama, sentándose.


Oh.. yo también habría reconocido la tuya Rob” dijo con una sonrisa mientras se tumbaba de nuevo.


Él rió aliviado. “Bueno, ¿dónde quieres que quedemos?”


Me gusta mucho el puerto de South Street” sugirió, visualizando lo maravilloso que era la marina con los enormes rascacielos de cristal al fondo, reflejando el sol y las aguas verdes del East River.


¿Dónde está eso?” preguntó Robert.


Ummm mierda. ¿Me estás preguntando por una dirección de NY? Me siento tan...americana”. Ambos rieron. “Está cruzando el Soho. Al otro lado de Manhattan. Junto al río” explicó.


Oh..oh vale. Hay un montón de bares de blues por ahí, ¿no?”


Sí... pero me temo que no están abiertos a la hora de la comida” rió Miranda.


Vaya putada...¿Tienes algún restaurante en mente?”


El Pacific Grill. ¿Lo conoces?”


Pues no. Tú eres la que vive aquí. Yo soy el inglés alienígena en NY” rió. “¿Dónde está?”


Está en el Muelle 17” Miranda se enroscó un mechón de pelo en su dedo, esperando que no le dijera que no.


Perfecto. Lo...lo buscaré en Google”. La sonrió desde el otro lado del teléfono.


Muy bien... ¿sobre la 1pm?”


El problema es que tengo una rueda de prensa a las 11. Creo... no, espera. Estaré allí a la 1 Miranda. Pero si veo que llego tarde, te llamo ¿vale?”


Genial” sonrió Miranda. Tenía una cita con Robert Pattinson.


Vale...tengo que dejate.. me alegro de haber hablado contigo Miranda”


Yo también, Rob”


Nos vemos mañana”


Ya lo creo que nos vemos” contestó ella entusiasmada.



Miranda se limpió las manos sudorosas en sus piernas y se aferró con fuerza a su bolso cuando entró en el tren que iba desde Broadway hasta Fulton Street. El vagón estaba casi vacío y agradeció encontrar un asiento libre cerca del final, frente a un anciano con una barba que le llegaba hasta la cintura. Abrió su bolso con discreción buscando su Ipod. Se colocó los cascos y seleccionó el álbum de Sneaker Pimps que había comprado en iTunes esa misma mañana. Por alguna razón, siempre se ponía nerviosa cuando viajaba en el metro de NY. Se sentía observada por toda esa gente que la miraba, pero su nueva amiga, Sarah, había logrado convencerla de que el metro era probablemente la forma más práctica y rápida de desplazarse.


Miranda se mordió las uñas ausente mientras 6 Underground comenzaba a sonar. Sólo le quedaba una estación para llegar al Muelle 17 y estaba a escasos minutos del Pacific Grill y de Rob.


Cuando salió del metro, el calor del comienzo del otoño la golpeó en la cara. ¿Cómo coño era posible que hiciera este calor en Octubre? Eso la confundía y se alegraba enormemente de llevar puesta una blusita de algodón y una falda vaquera. Plantándose sus gafas de sol y aferrándose a su bolso una vez más, se adentró en el paseo marítimo del puerto.


Era, sin duda, su lugar preferido de Manhattan. Adoraba la luz y el sonido del agua golpeando el muelle. Podía pasarse horas observando los barcos anclados junto al muelle o a las gaviotas volando sobre su cabeza.


El corazón de Miranda empezó a acelerarse a medida que se acercaba al restaurante. Llegaba pronto- diez minutos antes. ¿Qué era lo que dijo Freud sobre el subconsciente? Te pierdes los compromisos a los que realmente no quieres ir y... bueno, eso podría explicar lo ansiosa que era. Miranda siempre llegaba tarde, nunca era puntual, y ahora llegaba 10 minutos antes de la hora.


Caminó hasta el patio que había frente al restaurante y se sentó en una mesita para dos. Robert no había llegado aún y el restaurante estaba medio vacío, ya que ni siquiera era la 1 aún. Escaneó los alrededores buscando a alguien conocido. Conocido. Ja.


Se sintió fatal; Cada vez que se imaginaba ahora su cara, veía a Edward Cullen. Alto, con el pelo rojizo, recién afeitado y bien vestido con una camisa. Sabía que Robert no era así, ni mucho menos, y temía no reconocerle cuando le viera. El camarero se acercó y le ofreció una carta.


Uhmm” dijo aclarándose la garganta, sintiendo lo seca que la tenía. “¿Me puede traer otra carta?.. Y... y un margarita bien frío, si tienen”


Por supuesto señorita” dijo el camarero con una sonrisa, regresando con otra carta en menos de 30 segundos. “¿Y un margarita bien frío?”


Sí por favor... y un cenicero si tiene”.


Miranda respiró profundamente cuando el camarero depositó el cenicero en la mesa y hurgó en su bolso buscando su paquete de Lucky Strike. Sacó su móvil y lo dejó sobre la mesa frente a ella antes de seguir buscando el tabaco. Sus manos le temblaron levemente según se llevaba un cigarro a los labios, intentando encenderlo. Sabía que iba a tener una descarga de adrenalina en unos segundos, y quería calmarse todo lo que fuese capaz.


Se había imaginado esta escena durante meses, sin saber nunca qué decir o cómo imaginar su reencuentro. Pero nunca pensó que fuera a ser de esta manera. Él había contactado con ella, y lo que era aún mejor, él había llamado en cuanto pudo tras recibir su mensaje. Eso tenía que significar algo. Cerró su mano izquierda en un puño sobre su regazo mientras que la otra mano permanecía ocupada moviéndose sin parar entre sus labios y el cenicero. Cualquiera que la estuviera mirando sería capaz de ver lo nerviosa que estaba.


Se maldijo así misma mientras apagaba el cigarro en el diminuto cenicero frente a ella. Intentó leer algo mientras esperaba. Sacó su libro del bolso, Shantaram, y lo colocó sobre la mesa mientras miraba la hora en su teléfono móvil.


12:57 pm. Aún no llegaba tarde.


Intentó leer, pero no podía concentrarse en las palabras. Ni si quiera era capaz de entender una frase. Estaba tan ansiosa que apunto estuvo de saltar de la silla cuando el camarero regresó con su margarita. Volvió la vista hacia el río que estaba frente a ella mientras se colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja y removía su bebida.


Alzó la vista en cuanto oyó una risa descontrolada que provenía de una de las adolescentes que estaba en la mesa de al lado y giró la cabeza para averiguar qué le había provocado tanta gracia. Su cara se paralizó y su corazón empezó a golpearle el pecho; la adrenalina se disparó.


Todo se desvaneció en cuanto vio a Robert.


Estaba de pié fuera del restaurante, con su mano apoyada en una columna azul oscuro que ayudaba a soportar el peso del piso superior. Parecía tan sorprendido como ella.


Miranda estaba en shock, en parte porque en el fondo, se esperaba la cara de Edward, la cara de un extraño, la cara “folladora” de la revista GQ. Pero no era esa la cara que la esta mirando. Era la cara de un hombre al que conocía, un hombre que había llorado la última vez que le vio saliendo de su apartamento. No se había dado cuenta hasta ese instante de cuanto le había echado de menos realmente.


Voces de alarma sonaron en su cabeza mientras le observaba con detenimiento. El hecho de que le resultase familiar no significaba que no se quedase maravillada con cada palmo de aquel hombre.


Llevaba unos vaqueros desgastados azul oscuro con un roto sobre su rodilla izquierda, una camiseta blanca con cuello en V que mostraba su bronceada piel y el fino bello que se desvanecía al llegar a su clavícula. Por encima, llevaba una camisa gris abierta y con las mangas remangadas. Una de sus manos descansaba en la columna pero la otra, se paseaba nerviosa por su recién cortado pelo. Se lo debía haber cortado hacía unos días.


Sus labios estaban entreabiertos mientras la miraba. ¿Tal vez estaba sintiendo lo mismo que ella?


¡Date la vuelta Rob, por favor, date la vuelta! ¡Lárgate! No puedo hacer esto...


Pero no lo hizo. Su pecho subía y bajaba debido a las profundas respiraciones que realizó justo antes de quitarse las gafas de sol y mirarla a los ojos. Sus ojos eran oscuros y dudosos, casi nerviosos, al igual que todo él.


Pero entonces, de repente, las comisuras de sus labios se movieron formando una pequeña y suave sonrisa. El shock inicial de Miranda se transformó en felicidad cuando vio esa sonrisilla de medio lado que tanto le gustaba. Ella le sonrió también mientras observaba como la sonrisita de Robert se transformaba en una mucho más amplia según se iba acercando a ella, maniobrando entre las mesas.


Hola”. Su voz era grave, pero continuaba sonriendo cuando llegó y se colocó frente a ella. Miranda tragó saliva y se levantó de su silla. Robert estaba tan cerca que pudo percibir su particular aroma- la misma mezcla de colonia, tabaco y cuero.


Rob” dijo ella sonriendo.


Ambos se abrazaron al unísono. Las palmas de las manos de Rob se deslizaron por la espalda de Miranda lentamente y sus brazos rodearon sus cintura, abrazándola con fuerza. Miranda sintió escalofríos en su cuello y sintió su aliento en su hombro. Robert hundió su mejilla y su nariz en su pelo y respiró hondo mientras ella rodeaba su cintura con sus brazos, atrayéndole aún más a ella.


Hola” rió él, acunándola suavemente justo antes de separarse. Sonrió dulcemente cuando vio el margarita y el libro abierto. “Espero que no hayas tenido que esperar mucho”


No... un par de minutos” murmuró ella, devolviéndole la sonrisa y sentándose de nuevo. “He llegado pronto. He venido en metro y he tardado menos de lo que esperaba”.


¿Qué tal es el metro aquí?” Robert colocó los hombros sobre la mesa y se inclinó interesado.


Espantoso. Horrible. Es como si los vagones fueran a resquebrajarse tan pronto como el tren empieza a moverse”. Puso los ojos en blanco. “¿No lo has probado?” Miranda entornó los ojos mentalmente. Genial. Robert Pattinson en el metro de NY. Sólo la idea era completamente absurda.


No, no lo he probado” rió él. “En realidad, me encantaría hacerlo... pero no, tengo la sensación de que no sería muy buena idea en estos momentos”


¿Crees que te atacarían?” Miranda sonrió un poco mientras fruncía el ceño, sintiendo algo de lástima por él.


Probablemente no, es sólo...” Dudó y miró a su alrededor. Un buen puñado de personas miraron rápidamente para otro lado, pero Miranda sabía que le habían reconocido. “No es buena idea si quiero privacidad” explicó. “La gente se acerca mucho más a mí aquí que en Inglaterra”


Sí. Incluso yo me vuelvo paranoica si la gente se me queda mirando. Por eso siempre me traigo un libro, para no darme cuenta de si me miran o no”.


Me da la impresión de que has venido a la ciudad equivocada si lo que quieres es aislarte”. Pestañeó y se recostó de nuevo en su silla cuando el camarero se acercó a ellos.


¿Saben ya lo que van a pedir?” preguntó educadamente.


Robert arqueó las cejas y abrió la carta apresuradamente. “Aún no he mirado la carta...¿tú, Miranda? ¿Qué vas a pedir?”


Miranda se rió y se apresuró igualmente a abrir su carta, percatándose de que se había olvidado por completo de lo nerviosa que estaba. El Pacific Grill tenía una amplia variedad de mariscos y Miranda no estaba segura de lo que iba a pedir. Adoraba las gambas y el salmón, pero se había cansado un poco de eso. Generalmente evitaba el pescado blanco, ya que tenía espinas por todas partes. Se mordió el labio y repasó el menú rápidamente.


¿Me permiten una recomendación?” ofreció el camarero.


¡Oh sí, por favor!” sonrió Miranda. Cerró la carta de golpe y la dejó sobre la mesa, aún sonriendo al camarero. Escuchó a Robert reírse mientras la miraba por encima de su carta con una pequeña sonrisa que hizo que las mariposas de su estómago que llevaban meses dormidas, volvieran a la vida.


Miranda se decidió por el pez espada con salsa de piña y arroz. El pez espada estaba libre de espinas. Robert pidió pescado con patatas; no quiso arriesgarse demasiado.


Y..uh..una de esas” dijo Robert señalando el margarita de Miranda mientras sonreía. “Hace mucho calor hoy...y eso que es Octubre”. Frunció el ceño y se cruzó de brazos, observando a tres gaviotas que estaban peleando por un trozo de comida que flotaba en el agua.


Sí, lo sé. Es insoportable. Me pregunto qué tiempo hará en Londres”. Miranda miró al cielo, echando de menos el clima de Inglaterra. Y la lluvia. Daría lo que fuera por que lloviese en ese instante.


También hace calor” informó Robert.


¿Cómo? Has salido de tu hotel y has comprobado desde aquí qué tiempo hace en Londres? O simplemente lees las previsiones cada vez que compruebas tu email?” dijo Miranda bromeando.


Sí”, admitió con una sonrisa. “Todos los días”


Echas de menos la lluvia, ¿no?” Miranda rió y tomó un sorbo de su margarita.


Nunca pensé que llegaría a decir esto” sonrió él. “Pero en realidad sí que la echo de menos. Estaba convencido de que sería una de esas cosas que no echaría de menos. Todavía no he visto la lluvia en LA. Ni si quiera sé si eso es posible. Unas cuantas nubes de vez en cuando no pueden hacer daño a nadie”. Robert ladeó la cabeza y la observó en silencio unos segundos. Miranda sostuvo la mirada, preguntándose que estaría pensando. De repente, Robert sonrió ligeramente.


¿Qué?” preguntó ella, devolviéndole la sonrisa.


Nada. Es solo que... Estás algo diferente” rió. “Quiero decir, que estás estupenda” añadió enseguida mientras la vergüenza se reflejaba en su cara. “¿Te has hecho algo en el pelo?” dijo, rascándose el cuello.


Uhm.. me lo he puesto un poco más oscuro hace un par de semanas” admitió ella mordiéndose el labio, emocionada porque se hubiera dado cuenta y porque le dio pié para hacerle ella un comentario acerca de su pelo “¿Tú te lo has cortado?”


Sí; era un desastre” dijo Robert con una carcajada. “Pero conservo la barba” dijo guiñándola un ojo, tan rápido que casi le pasó inadvertido.


Un hombre ha de ser un hombre...


Te queda bien” sonrió ella. Él devolvió la sonrisa y sus dedos se deslizaron desde su cuello hasta su mejilla, rascándose lentamente la barba de 3 días.


Pero me pica” dijo con una carcajada.


¿Te la has dejado porque te daba pereza afeitarte? Ya sabes, como si hubieras empezado a cortarte el pelo pero te hubieras cansado a la mitad?” bromeó Miranda. Él le había comentado en alguna ocasión que casi nunca se afeitaba más de una vez por semana porque le daba demasiada pereza.


Robert se rió y sacudió la cabeza.


“Ya sabes.... la gente espera que me parezca a Edward. Y considero que cuanto menos me parezca a él, menos gente... esperará que sea como él. No me dicen tanto eso de Hola Edward! o Oh Dios mío! Es Edward Cullen! cuando me dejo barba”.


Miranda contuvo una pequeña carcajada ante las imitaciones de sus fans. Por supuesto, Edward, el adolescente de 17 años, se había esfumado. Se preguntaba si él se daba cuenta de lo sexy que era cuando no pretendía confundir a las masas. Obviamente, no muchas chicas adolescentes apreciaban el bello corporal, pero las mujeres... ya lo creo que lo apreciaban. Robert. Apiádate de las mujeres, Robert. Miranda no podía resistir la tentación de tomarle el pelo acerca de su aire desaliñado. En parte porque tomarle el pelo era extremadamente divertido, pero mayormente porque la frustrante falta de sarcasmo e ironía en la sede de las Naciones Unidas hacía que se acordara de su hogar y del innato y descarado humor británico que tanto faltaba en los Estados Unidos.


Es un leñador y está bien, duerme toda la noche y trabaja todo el día...” comenzó a canturrear Miranda, sonriendo ampliamente mientras se inclinaba hacia delante, bajando la voz a un susurro. “Admítelo Rob. ¡Llevas tirantes!”


Rob permaneció inmóvil en su silla y la observó desconcertado antes de empezar a reírse escandalosamente.


“Lo siento. Tengo síndrome de abstinencia de Python” sonrió Miranda mientras se sonrojaba, esperando que no se estuviera riendo de sus pobres dotes como cantante.


“Oh! No tienes ni idea” contestó él, aún riéndose y sacudiendo la cabeza, murmurando algo que sonaba a “¡Genial!” o ¡Perfecto!” mientras se reía de algo de lo que ella no se atrevía ni a preguntar.


“No obstante, tengo que preguntártelo. ¿Cómo dejan que el vampiro más sexy del mundo lleve barba así de repente?” dijo Miranda alzando la ceja. “¿No es malo para tu imagen?”


“Probablemente. ¡Eso espero!” rió. “Pero ¿qué van a hacer? ¿Despedirme? Por fin tengo a gente que me apoya. Empezaré a movilizar a los de Robssesed. No tendrán más remedio que contratarme de nuevo”.


“¿Robssesed? ¿En serio?”. Miranda arqueó una ceja y él se rió. “Los estudios se volverán... como Sweeney Todd con tu culo!”


“Sólo me cortarán la yugular” pestañeó Ro, teniendo siempre la respuesta adecuada.


“Por supuesto. Si fuera ellos, me encargaría de que esos pasteles costaran una pasta! Recién salidos del horno! Pastel de vampiro! O lo que es mejor.. Pastel de carne de Robert Pattinson!” dijo Miranda lanzando su mano al aire en un gesto extravagante.


“Pero no estaría bien cocinado... hay que quemarlo” rió, siguiendo la broma a Miranda.


“¡¡Está vivo!!” gritó ella con entusiasmo.


“¡Sí, sí! Y entonces el pastel, te comería el estómago!”


Ambos se inclinaron sobre la mesa riendo como histéricos.


“Oh mierda, lo siento. No pretendía bromear así con eso...” Miranda se limpió una pequeña lágrima de su ojo izquierdo.


“¿Con qué?” sonrió él.


“Con Crepúsculo” dijo ella encogiéndose de hombros y tomando un trago de su margarita.


“Creía que te gustaba Crepúsculo” sonrió. “Recuerdo haber pillado a alguien en cierta ocasión leyendo ese libro”


“Oh, cállate” dijo Miranda devolviéndole la sonrisa.


“Estabas completamente en shock” señaló, riéndose.


“Apuesto a que te gustó, ¿a que sí?” desafió ella.


“Oh sí” dijo con una carcajada mientras rascaba la barba. “ Una mujer en shock mojando sus bragas siempre me gusta.”


“Genial, así que ahora sé qué es lo que le pone a Robert Pattinson. Ver a mujeres en shock, a punto de perder sus bragas mientras él las mira fijamente en un parque. Está bien saberlo. Lo tendré en cuenta” rió Miranda.


“Bueno, obviamente verme a mí así también te puso. Me sorprende que no perdieras las bragas justo entonces”


“Afortunadamente para ti, tenía los pantalones puestos, muchas gracias”


“Sí claro, afortunadamente para mí, sin duda”. La miró con una sonrisilla de medio lado justo antes de girarse hacia el camarero, que ya venía con los entrantes.


Miranda notó como se sonrojaba al recordar todo eso.


“Dios... parece que fue hace tanto tiempo...” murmuró Miranda mientras echaba un poco de sal a su pez espada.


“Mmmm” respondió Robert sonriendo levemente. “Como 5 meses, ¿no?”


“Sí, algo así. Y bueno ¿Cómo estás? Has debido pasearte por todo el mundo a estas alturas, ¿no?”


“Sí...y luego de vuelta”. Sonrió con tristeza y cogió una patata con los dedos, mordiéndola lentamente.


“Debes estar harto del jetlag” continuó Miranda, recordando todas las fotos que había visto de él en varios aeropuertos o en el set de rodaje, con los ojos enrojecidos y algunas veces ligeramente borde con los fotógrafos. “Quiero decir, no puedo entender como convives con todo eso. Yo me vendría abajo en días” prosiguió ella en un tono suave, hasta que alzó la vista para mirarle, pensando que había hablado demasiado.


Él se había detenido a la mitad del mordisco, mirando fijamente su plato.


Pareció dudar unos segundos antes de alzar la mirada, mirándola a través de sus pestañas. Miranda se recostó en su silla, sosteniendo su mirada seria. La trabajadora social que llevaba dentro la dijo que había mucho más en esa mirada de lo que él nunca podría admitir. De alguna manera, ella había tocado una cuerda que él no quería que tocara. Al menos no de momento.


Al permanecer en silencio, Miranda se inclinó sobre la mesa, y discretamente, colocó su mano sobre su muñeca para confortarle.


“Oye...no pretendía...entrometerme, Rob” susurró.


“Lo sé” dijo él con un suspiro mientras alzaba la mirada. “Ya sé que no”. Apretó los labios y sonrió levemente, intentando encontrar las palabras correctas. “Escucha, no es que no me apetezca hablar de ello contigo...es solo que no me apetece que lo escuche todo el mundo, ya sabes”. Se encogió de hombros haciendo referencia a las personas que estaban sentadas en las otras mesas.


“Oh claro, lo entiendo perfectamente” le aseguró ella, apartando la mano de su muñeca. “Yo te escucharé si quieres contármelo. Obviamente no es todo juerga y diversión para ti” prosiguió mientras intentaba descubrir la mejor forma de conseguir que se abriera a ella. La trabajadora social que tenía en su interior rebuscó entre los muchos años de estudio y entrenamiento, intentando encontrar el mejor modo de acercarse a él, mientras que la mujer en su interior intentaba alejarse, temerosa de mostrarse demasiado brusca o interesada.


“No, no lo es” admitió él, mirándola con una cálida sonrisa. “Pero ahora mismo, quiero oír a qué te has dedicado desde la última vez que te vi”. Se recostó en la silla y agarró su margarita, llevándose la pajita a los labios.


“Bueno, he estado...” Miranda no pudo terminar si quiera de decir la frase cuando soltó una gran carcajada. La cara de Robert se había tornado en una mueca de desagrado.


“En serio, vaya mierda! ¿Qué mierda es esto?” escupió, mientras Miranda se reía hasta que las lágrimas comenzaron brotar.


“Es simplemente limón, lima...y bueno...tequila”


“Por Dios...” dijo él, dejando el vaso de plástico encima de la mesa con una mueca. “Joder, sabía que tenía que haber pedido una bitter” (una bitter es un tipo de cerveza inglesa)


“Aquí no hay bitters. Sólo tienen cerveza americana”, dijo Miranda, incapaz de ocultar el tono insidioso de su voz.


“Hmmm” Rob seguía haciendo muecas, limpiándose la sal de la boca.


“Sabes lo que dicen de la cerveza americana, ¿no?”


“Es como hacer el amor en una canoa” dijo Robert con una gran sonrisa.


“¡Es jodidamente parecida al agua!” rió Miranda, tomando otro trozo de su pescado, y fue entonces cuando de repente oyó...el agua. Perfecto. El río. Y allí estaba, bromeando acerca de follar cerca del agua. Se mordió el labio para evitar reírse de nuevo.


Cuando le miró, vio una enorme sonrisa en su cara.


“¿Qué? Sólo he dicho una famosa frase de Phyton”


“Por segunda vez en veinte minutos” sonrió Rob. “Puede que me equivoque en esto, pero creo que alguien echa mucho de menos su tierra natal y ese humor británico tan descarado”


“¡Pues claro! ¡Aquí nadie entiende mi sentido del humor seco! He conocido a un...a una persona aquí, y no entiende ni la ironía ni el sarcasmo...en absoluto. Piensa que soy desagradable todo el tiempo”


“Sí, algunos de mis compañeros de reparto son así también” asintió sonriendo. “Incluso mi manager es así. Es como.... ¡no sé como comportarme cuando estoy con alguien que no entiende la ironía!”


“¡Ni yo!”


“Me alegro de poder ayudarte con esto” sonrió. “Ahora en serio. ¿A qué te has estado dedicando?”


Pasó una media hora mientras Miranda le contaba acerca de su verano y del tremendo y brutal proceso de selección. Le contó las dudas que tuvo a la hora de encontrar un sitio para vivir y lo nerviosa que estaba al haber dejado su apartamento a cargo se Stephen. Le contó todo acerca de las Naciones Unidas, sus proyectos y lo que había estado haciendo en NY hasta entonces. Él escuchaba atento, pidiendo que le contara más detalles e intentando poner más atención cuando Miranda le hablaba de sus frustraciones, de los discursos que había escrito y de como funcionaban las Naciones Unidas.


Sin embargo, había una cosa que la atormentaba permanentemente en lo más profundo de su mente.


Andy.


Robert la había llamado casualmente el día anterior y no parecía haber ningún tipo de pretensiones cuando dijo que le gustaría verla. Incluso ahora, que estaba sentado con ella, tan cerca que incluso era capaz de oler vagamente la esencia de su colonia, estaba actuando de una forma de lo más casual. Quitando alguna que otra referencia a su fin de semana juntos meses atrás, aún no había dicho nada que la hiciera creer que estaba interesado en algo más que en tener una mera amistad con ella. Miranda le había pillado mirándola y sonriendo dulcemente cuando él pensaba que ella no se daba cuenta. Esas sonrisas siempre se tornaban en sonrisas pícaras y las miradas siempre se convertían en “accidentales” mientras pretendía disimular mirando detrás de ella, como si estuviera mirando algo en la distancia, como si la mirada nunca hubiera sido para ella.


A pesar de que no estaba coqueteando con ella o dando muestras de alguna tipo de interés romántico, Miranda era incapaz de hablarle de Andy. Cuando Robert había preguntado a qué se había estado dedicando todo este tiempo, era consciente de que en su respuesta debía haber incluido a Andy como parte de su vida de los últimos meses. Sin embargo, le resultaba raro y mal que Andy formara parte de su vida, una contradicción total, porque estando allí sentada con Robert, se dio cuenta de que podía ser ella misma, cosa que no era posible con Andy. Con Robert, se sentía bien.


No importaba que sólo hubiera pasado dos días con Robert y casi tres semanas con Andy. Estando sentada con Robert y hablando con él le hizo darse cuenta de por qué no había sido capaz de olvidarle. Era porque de alguna manera, sentía que él la entendía del mismo modo que ella le entendía a él, notando de inmediato cuando un tema de conversación era demasiado difícil o personal. Algo en los ojos de Robert cambió, se apagaron para ser exactos, cuando se acercaron al tema del que no quería hablar en ese momento. Y ella supo que no era ni el lugar ni el momento para forzar el asunto. Mientras que él estaba encantado preguntando por los problemas sociales con los que estaba tratando Miranda en las Naciones Unidas o hablando de sus proyectos como actor, no le gustaba hablar de la otra cara de su trabajo - la parte de los negocios, y especialmente de los medios de comunicación, lo que hicieron que se quedara completamente en silencio.


Miranda no entendía el por qué, pero en cierto modo, estaba agradecida de que a Robert le desagradara aparentemente ese aspecto de su vida. Los constantes titulares sobre el romance entre él y Nikki, sus coqueteos con Natalie Portman o su más que amistad con Kristen Stewart le asaltaban cada día, y se preguntaba cuántas mujeres habrían calentado su cama desde que le conoció. El sentido común la decía que los periódicos se lo inventaban todo para vender más, pero otra parte de ella, su celoso corazón, no quería escuchar a su sentido común. En lugar de eso, quería preguntarle sobre todo eso, pero era algo que su orgullo le prohibía hacer.


Ciertamente no era asunto suyo si estaba viendo a otras mujeres en ese momento o si había estado viendo a otras durante el tiempo que habían estado separados. No tenía ningún derecho. Además, ella tampoco era completamente inocente.


Una hora más tarde, decidieron salir del restaurante y dar un paseo. El sol seguía brillando y el muelle estaba lleno de gente disfrutando del sol otoñal, comiendo helados, bebiendo refrescos y hablando animadamente por sus móviles.


Robert sacó sus cigarrillos en cuanto abandonaron el restaurante. Miranda hizo lo mismo, sacando los suyos del bolso. Robert se detuvo en cuanto la vio encenderse uno. Empezó a sonreír y alzó una ceja en un gesto acusatorio. Ella le miró.


“¿Qué?”


“Tú no fumas, maldita sea!”


“Ya, lo siento” dijo ella encogiéndose de hombros, dando la primera calada. “Alcohólica sobria, ¿recuerdas? Le pedí uno a Lauren hace dos meses un día que salimos...y bueno, lo demás es historia”


Robert se rió y expulsó el humo de su propio cigarrillo. Pasearon por el muele durante un par de minutos intentando encontrar algún sitio para comprar un helado. Robert fue asaltado por mujeres y chicas en varias ocasiones, bien para hablar con él, para hacerse una foto o para que les firmase algo. Miranda siempre se aseguraba de mantenerse en un segundo plano para no salir en ninguna foto y no tener que contestar a ninguna pregunta. A pesar de eso, captó el mensaje. Si las miradas matasen, las mujeres la habrían enterrado en un instante.


Finalmente se sentaron en el muelle de madera y en silencio, observaron como el agua iba y venía perezosa por debajo de ellos. Apoyaron sus espaldas en la parte que llevaba al nivel superior del muelle y disfrutaron de la vista en silencio. Miranda se giró para observarle y vio que sus ojos estaban cerrados y su cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. Podría estar dormido.


“Rob...” rió Miranda golpeándole suavemente en el hombro. Oh Dios mío; Sin duda ha estado yendo al gimnasio.


Rob gruñó.


“¿Estás dormido?”


“No” contestó mientras sonreía un poco, manteniendo los ojos cerrados. “Es solo que es genial estar aquí haciendo absolutamente...nada” continuó diciendo en voz baja.


“Sé a lo que te refieres” contestó ella suavemente.


“Dudo que lo sepas realmente” suspiró con una pequeña sonrisa mientas abría los ojos para mirarla.


“Será mejor que te expliques”. Miranda giró su cuerpo hacia él, le dio un codazo y se encendió otro cigarro.


“Bueno...” dijo estrechando los ojos mientras contemplaba el agua. “La gente siempre espera que me comporte de cierta manera y ahora...” se giró para mirarla. “siento que no tengo que hacerlo...”


“No te entiendo, lo siento” dijo Miranda encogiéndose de hombros.


Robert suspiró y se rascó la nuca de nuevo. “Miranda... eres... la primera persona que he conocido en meses que no me conoce porque sea un actor...” comenzó a decir y se quedó callado, su mirada buscando en la de ella alguna señal de aprobación.


“Continúa...” sonrió ella.


Respiró hondo y dio otra calada a su cigarro.


“No sé-” Se detuvo y suspiró, sonriendo con tristeza.


“¿No sabes el qué?” preguntó Miranda, pasándose los dedos por el pelo mientras se inclinaba un poco más para acercarse a él. Pensó que Rob se apartaría, pero no lo hizo. Simplemente la miró a los ojos mientras ella se acercaba; hasta que sus hombros se tocaron.


Estaba tan cerca de ella que podía sentir su aliento en su cara mientras la miraba. Sus ojos viajaban por los rasgos de la cara de Miranda casi como si la estuvieran contemplando por primera vez y Miranda permaneció justo como estaba, observándole.


La expresión de Robert no era de diversión; era como si estuviera dudando, posiblemente intentando encontrar la mejor forma de decir algo. Miranda se sintió ligeramente aliviada al ver que la sonrisilla traviesa que se dibujaba en la cara de Robert cada vez que pensaba que ella había hecho algo gracioso, nunca llegó. Parecía distraído, casi nervioso.


El hecho de pensar en como él buscaba las palabras adecuadas para ella, era raro. Miranda había temido que su reunión sería como de dos extraños que acababan de conocerse, pero se había equivocado. No eran extraños en absoluto.


“¿No sabes el qué, Rob?” susurró de nuevo, esbozando una sonrisa de ánimo.


“¿Cómo...cómo te imaginas que vivo mi vida?” preguntó, mirándola intensamente a los ojos.


“Oh...Yo..” tartamudeó Miranda, algo sorprendida por su inesperada pregunta. “Sinceramente...quiero decir, parece como si tú... mierda. No sé muy bien como decir esto. Me imagino que deber ser genial tener a toda esta gente interesada en tu...trabajo” comenzó a decir. “Mentiría si te digo que nunca me he preguntado como sería caminar por la alfombra roja y-”. Se detuvo antes de decir algo así como “ser la persona más atractiva del mundo en estos momentos” o alguna otra afirmación vergonzosa del estilo. “- y tener a todas esas personas admirándote” dijo en su lugar, mirándole.


Robert la observaba con un aire de escepticismo en sus ojos y con una ceja ligeramente alzada.


“¿Qué? Eso es lo que parece visto desde el punto de vista de una persona normal, Rob” se defendió Miranda. “¡Por eso te he preguntado! Pero también...siento que algunas veces estás trabajando demasiado duro” admitió, sin estar todavía preparada para admitir que había estado siguiendo sus movimientos por internet.


“Sí... supongo que es lo que debe parecerle a una persona normal” suspiró él, agachando la cabeza.


“Pareces estresado en la mayoría de las fotos” susurró Miranda, mordiéndose el labio. Quería que él supiera que ella entendía que las cosas no fueran tan fáciles como parecían en un principio, pero que eso era básicamente todo lo que ella podía llegar a entender. No tenía ni idea de como funcionaba el negocio o cuanto de él estaba controlado por Summit. Nunca asumió el poder llegar a entender nada más allá de eso.


“Estresado...” repitió él sonriendo.


“No te burles de mi...” suplicó Miranda. “¿Cómo voy a saberlo si no me lo cuentas? Quiero saber cómo es tu vida. Por favor, créeme cuando te digo esto” insistió, reacia apartar sus ojos de los de él.


“Muy bien”. Robert suspiró y giró su cara hacia el agua. Respiró hondo y empezó a hablar.


Fue como abrir la puerta de una presa. De repente, las palabras fluyeron por su boca, historias que Miranda nunca habría creído, cosas que la hicieron contener la respiración y cosas que la hicieron reír.


“Mi vida es un puto desastre Miranda” murmuró. “ Es como si todo el mundo estuviera tirando de mi en diferentes direcciones, esperando que haga esto, forzándome a hacer lo otro, porque lo dice un contrato. Te juro por Dios que si llego a saber lo que esto iba a hacer con mi vida, nunca habría firmado. Me encanta actuar y me encanta mi profesión, pero no así. Quiero decir...sólo este mes he estado en Alemania, Japón, Méjico, Los Ángeles y ahora Nueva York. He hecho treinta y tantas entrevistas para revistas, tres programas de TV y he ido a cuatro firmas de autógrafos. Es una locura...No sé que hacer. Intento lidiar con ello lo mejor que puedo, sigo la corriente. Esto tiene que acabar tarde o temprano. Joder....”


“Mierda...No tenía ni idea de que fuera tan malo, Rob...”


“Y cada cierto tiempo, mi madre o alguien me llaman completamente aterrorizados por algo que han leído en alguna revista y yo tengo que tranquilizarles. Ya ha dejado de importarme todo eso, ¿sabes? Pero algunas cosas me cabrean, especialmente cuando afectan a la gente que me rodea y que no son famosos y no tienen nada que ver con mi profesión. Joder, ellos no han elegido esta puta mierda!”


Robert se frotaba los ojos furioso con las manos, y de vez en cuando se pasaba lo dedos por el pelo.


“¿Cómo lo haces?” preguntó Miranda en voz baja.


Robert suspiró y negó con la cabeza. “Miranda...Yo...” comenzó a decir, gruñendo frustrado. “Tienes que entender...quiero decir... La mayoría del tiempo ni si quiera ser por qué todo esto me ha ocurrido a mí. Me siento tan jodidamente desagradecido a veces, porque...se supone que soy el tío más afortunado del mundo, ¿entiendes? Y aquí estoy, sentado y odiándolo. Y...toda la gente que me idolatra...Qué harían si supieran como paso las noches-”


“Odias las giras promocionales...no actuar” le corrigió Miranda, frunciendo el ceño.


“¿Tienes idea de lo pequeña que es la parte que se refiere a actuar en todo esto? Es como...el 25% de todo este circo. El resto es todo mierda acerca del estatus, de intentar asegurarse de que soy un símbolo sexual. ¿Te puedes creer que hayan intentando enseñarme a cómo debo caminar, hablar y sonreír? Conozco qué caras he de poner en las fotos... mi lado bueno. Es ridículo.”


“Creo...creo que te entiendo” asintió Miranda. “¿Qué has querido decir cuando has dicho... eso de si supieran cómo pasas las noches?”


Robert gruñó de nuevo. “Digamos que...” respiró hondo. “Has dicho antes que eso de volar de aquí para allá, el jetlag constante, acabarían contigo en cuestión de días, ¿no?”


“Sí” susurró ella.


“Yo no soy un súper hombre, capaz de aguantarlo todo... yo me derrumbo de vez en cuando” admitió con un susurro.


Miranda permaneció en silencio. La trabajadora social que llevaba dentro pataleaba con todas sus fuerzas, recordándola que debía permanecer calmada y dejar que le contara lo que quisiera a su propio ritmo, en lugar de intentar sacarle información en contra de su voluntad. ¿Pero que quiso decir con me derrumbo de vez en cuando?


¿Me convierte eso en una mala persona?” sonrió él con tristeza.


“En absoluto” dijo Miranda negando con la cabeza ferozmente. Quería abrazarle y decirle que todo iba a ir bien, pero no podía prometerle eso. La promesa estaría vacía. Abrazarle podría suponer forzar demasiado cualquier barrera escondida que tuvieran. Así que acarició suavemente su brazo hasta que él dejó caer su cabeza y sus ojos siguieron los lentos movimientos de la mano de Miranda. Lentamente Robert levantó su mano y Miranda casi pensó que la apartaría de él. En lugar de eso, Robert colocó su mano sobre la de ella y la apretó con suavidad. No la miró a los ojos mientras lo hacía. Su mirada regresó al río.


“Lo superarás” dijo ella, apretándole suavemente el hombro. “Estarás bien”


“¿Tú crees?”


“Sí. Simplemente acuérdate de las personas que más te importan”


Robert simplemente asintió, contemplando el agua en silencio.


“Porque ellos nunca olvidarán quien eres y nunca querrán que cambies por ellos. Esas personas son las únicas que importan. Si empiezas a verte a través de los ojos de los fans y de los publicistas, te perderás. Tú simplemente acuérdate de verte a través de tu gente. Tu madre, el resto de tu familia. Patrick y el resto de tus amigos”. Y yo. Añadió en silencio.


“Tienes razón...” sonrió débilmente.


“Y creo que es lo que estás haciendo ya” continuó diciendo Miranda. “Es terrible ver a toda esa gente que parece hacer cualquier cosa sólo por publicidad. Pero tú no eres así. Eres una persona demasiado auténtica. En realidad es algo bastante inspirador...”


“¿Inspirador?” dijo escéptico.


“Ya sabes a lo que me refiero, idiota. Rob...cuando estás ahí fuera, pareces el único humano en un mar de maniquíes de plástico...”


Se rió un poco, moviendo ligeramente su pulgar de atrás a delante, acariciando la mano de Miranda.


“Así es exactamente como me siento a veces”.


Ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato. Simplemente estaban allí sentados, contemplando el río. La mano de Miranda continuaba descansando en el brazo de Robert y la mano de éste se aseguraba de que permaneciese ahí.


Ella permaneció en silencio, notando la necesidad que tenía Robert de sacar todo lo que llevaba dentro, sabiendo que en su cabeza seguía analizando todo lo que acababa de admitir, sin duda temeroso de haber hablado demasiado. Miranda no quería estropear el momento y se sintió tremendamente orgullosa de que hubiera confiado en ella tal y como lo había hecho. Las palabras habían salido de su boca sin problema, probablemente porque se había estado guardando todos esos pensamientos bajo llave en lugar de airearlos. Probablemente no había abierto esa caja en mucho tiempo, si es que lo había hecho alguna vez.


“Gracias” susurró Miranda, contemplando su perfil. Las comisuras de sus labios se movieron de repente.


“¿Por qué me das las gracias?”


“Por confiar en mi y hablar conmigo” explicó.


“Miranda...” Se giró hacia ella, inclinando su cara para acercarse un poco a la de ella. Miranda no pudo evitar mirar sus labios y sus dedos sintieron la necesidad de tocarlos. “Soy yo el que tiene que darte las gracias” murmuró. “No pretendía que la comida terminase así...”


“¿Así como?” Miranda apartó sus ojos de sus labios y le miró a los ojos.


“Conmigo contándote todos mis problemas” murmuró, sonriendo suavemente. “Sé que probablemente no debería haberlo hecho...” Apretó su mano un poco más fuerte. “Pero gracias por escuchar”.


Miranda simplemente sonrió. Haría cualquier cosa por ti. Sabes que lo haría. Estoy jodida.


“Uhm...Tienes el pelo....” comenzó a decir Robert, alzando una mano hacia la cara de Miranda. Ella sintió como un fino mechón de pelo se deslizaba de entre sus labios mientras los dedos de Robert acariciaban suavemente su mejilla. Miranda cerró los ojos instintivamente al sentir el roce de sus dedos, pero de inmediato los abrió avergonzada al darse cuenta.


De repente, Robert apartó su mano de la suya, mirando el reloj en su muñeca.


“Oh... joder” murmuró.


“¿Qué pasa?”


“Tengo que irme en 10 minutos” sonrió con tristeza.


“Oh...” contestó ella, intentando ocultar el repentino sentimiento de pánico que había sentido en su interior. “Uhm...”


“Tengo que... tengo que ir a una...uhm...fiesta esta noche” explicó él mientras Miranda retiraba la mano de su brazo. Los ojos de Robert fueron a parar al lugar donde había estado descansando la mano de Miranda, y luego viajaron hasta su cara. “Siento no poder quedarme más tiempo” susurró suavemente.


“Bueno...Hemos estado aquí casi tres horas” contestó ella con una débil sonrisa, esperando parecer convincente.


“El tiempo vuela cuando te lo pasas bien” suspiró, apretando los labios. “¿Qué planes tienes para esta noche?”


“Uhm... Creo que voy a ver una película con algunos amigos de las N.U.” dijo encogiéndose de hombros, sintiéndose un poco patética. Robert sonrió.


“¿Qué vais a ver?”


“No quiero ni saberlo” se estremeció Miranda. “Probablemente alguna película sobre la segunda Guerra Mundial llena de testosterona... u otra sobre guerra. Héroes, cosas de hombres”


“¿Las chicas ven esas películas?” dijo frunciendo el ceño escéptico.


“No...” dijo Miranda alzando la vista para mirarle. “Creo que es un grupo mixto”


“Oh...Y a los tíos les toca elegir?”


“Desafortunadamente”


“¿Y por norma general es una elección horrible?”


“La última vez vimos Little Nicky. No es la mejor película de Adam Sandler”


“Estoy completamente de acuerdo. Me gustan más las películas independientes” dijo guiñándole un ojo.


“¿Quieres que cambiemos los papeles? Yo voy a tu fiesta y tú puedes quedar con los tíos, beber esa mierda de cerveza americana y eructar. Eso es lo que hacéis lo tíos ¿no?”


“Tentador” pestañeó Robert. “Supongo que puedo lidiar con Adam Sandler muy de vez en cuando”.


“Eso te haría mejor persona de lo que soy yo” rió Miranda mientras él se ponía de pie. Mientras se levantaba, el viento le golpeó en el pecho, haciendo que la camisa se le pagara al torso, dibujando los contornos de sus tonificados músculos. Su cuerpo contrastaba con el sol que estaba justo detrás de su cabeza. Miranda no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en su cara mientras intentaba tapar el reflejo del sol para poder verle mejor. Se metió las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros y permaneció de pie, completamente inmóvil, como si quisiera dar a Miranda una oportunidad para devorarle con los ojos.


Miranda no pudo resistirlo y su mirada viajó desde su pelo hasta la barba de su cara, siguiendo por los marcados huesos de su clavícula, que se resguardaban bajo su camiseta con cuello en V. Y luego estaba ese torso irresistible que obviamente había visitado el gimnasio al menos un par de veces desde Mayo. Casi podía ver las líneas de su pecho bajo la camiseta.


Cometió el error de dejar que sus ojos se deslizaran por su cuerpo, apreciando esos vaqueros y los maravillosos muslos que se escondían debajo ellos.


¿Eso es? Joder, sí que es...Va comando...JODER, estoy mirando fijamente. Mira para otro lado. Mira para otro lado, Miranda.


Los ojos de Miranda miraron bruscamente hacia arriba cuando salió de su trance, y sintió como sus mejillas se sonrojaban por completo cuando le miró a los ojos.Una mirada le bastó para saber que la había pillado. Robert no se estaba riendo en alto, pero pudo ver claramente la diversión en sus ojos y en la sonrisa que se dibujó en sus labios. Le había estado mirando el paquete y él lo sabía.


Cabrón....


A pesar de querer que la tierra la tragase y esconderse hasta que la vergüenza se pasara, Miranda no pudo evitar devolverle la sonrisa. Estaba esperando a que él dijese algo, o bien que la tomara el pelo o bien que cambiara de tema.


Robert no dijo nada; simplemente se quedó donde estaba, dejando que ella le mirara y sosteniéndole la mirada en silencio. ¿La estaba mirando ahora él a ella? Estaba sonriendo. No puede ser.


Permanecieron así durante más tiempo del que a Miranda le habría gustado.


1 segundo...2...3. Mirando tuvo que acordarse de respirar.


10. No pierdas la calma, imbécil.


...15. Joder, coño, no puedo hacer esto. ¡Tengo que apartar la mirada!


El corazón de Miranda latía con fuerza en su pecho a medida que apartaba la vista, tragando saliva con fuerza. Le escuchó reírse suavemente y le volvió a mirar.


Le estaba extendiendo la mano, ofreciéndole ayuda para levantarse.


“¿Te gusta lo que ves?” preguntó él sonriendo suavemente mientras arqueaba una ceja en su dirección. La primera reacción de Miranda fue decir que no y ocultar su vergüenza. Pero de alguna manera, su cara la hizo ser valiente de nuevo.


“Ya sabes que sí” contestó sonriéndole, alzando una ceja como respuesta. Simplemente reconoció lo obvio. El debería saber lo mucho que le atraía y no había necesidad de fingir que eso había cambiado. No podía estar segura de si él se seguía sintiendo atraído por ella o no, pero el modo en que la había sonreído le decía que el sentimiento era mutuo.


El modo en que la estaba sonriendo ahora...esa sonrisa que se dibujaba en su cara era inconfundible. Por alguna razón, a él le había gustado escuchar que a Miranda le gustaba mirarle. Joder, ¿a quien no le iba a gustar mirarle de esa manera?


“Siempre tan sincera” murmuró.


“Siempre” contestó ella.


“Nunca pierdas eso Miranda” sonrió cálidamente. “Es...raro”


“Bueno...parece que no puedo evitarlo, ¿no es así?” le sonrió.


“No...deberíamos ir ya hacia los taxis” dijo con una sonrisa triste.


Miranda asintió en silencio mientras aceptaba su mano, algo sorprendida por la fuerza que Robert utilizó para levantarla de las escaleras de madera en las que habían estado sentados.


“¿Estás bien?” preguntó él.


“Sí”. Miranda sonrió mientras comenzaban a caminar hacia Water Street. “¿A que tipo de fiesta vas?”


“Estoy haciendo una campaña de publicidad para la nueva colonia de Burberry” suspiró. “Así que tengo que ir al hotel para probarme un traje que me han mandado para la alfombra roja...”


“Oh...”


“Probablemente querrán que me afeite también” dijo mirándola y encogiéndose de hombros.


“¡No!” protestó ella. “Te pega...Pareces más mayor”


“No creo que eso sea bueno. Tengo que permanecer joven para 2 películas más por lo menos. Ya parezco viejo y demacrado” sonrió.


“Da gracias que no eres una chica”


“Cierto” dijo guiñando un ojo.


“¿Te apetece ir?”


“Ni lo más mínimo”


“¿Por qué no?”


“No tiene nada que ver con lo que realmente quiero hacer...que es actuar”


“Pero eso viene con el trabajo”


“No lo sé, tal vez. Mi manager me dice que todo el mundo hace esto, y supongo que tiene razón....Pero me siento estúpido”


“¿Por qué?


“Porque... Creo que es raro que alguien piense que voy a vender esa colonia...me resulta raro. Y el hecho de tener que posar en esos anuncios para los periódicos y los carteles....dan la impresión de que yo también lo pensaría...”


“¿Y no lo piensas?”


No...Quiero decir...No sé. No yo como persona. Puede que quieran que la gente piense que Edward Cullen usa Burberry. Deberías saber que no me ducho y que apesto. Es imposible que lleve Burberry. Prefiero oler como un cubo de basura”


Miranda sonrió y mentalmente negó con la cabeza ante la manera en la que se degradaba así mismo. No tenía ni la más remota idea de la influencia que él había tenido en el regreso y el triunfo de los hombres y de la masculinidad sobre las estrellas de pop con cara de niños.


Se detuvieron cerca de un taxi en Water Street.


“Bueno, creo que debería subirme en este...” murmuró Robert reacio, metiendo las manos en los bolsillos y mordiéndose el labio inferior mientras se giraba hacia ella.


“Sí” dijo ella, estudiando su cara. ¿Esto era todo? Sí, probablemente sí. Y tristemente, era todo lo que ella podía ofrecerle en ese momento. Se sentía atrapada, y dolorosamente consciente de que no era a Andy a quien realmente quería.


“Bueno...”


“Me alegro mucho de haberte visto, Rob”


“Yo también. He echado mucho de menos a algún británico con quien bromear” dijo sonriendo.


“Sí, definitivamente” rió ella.


“Escucha... escríbeme o algo. Será divertido saber en qué parte del mundo estás y qué estás haciendo y esas cosas” dijo Robert, colocando su mano sobre el brazo de Miranda.


Sí, lo haré. Por supuesto”. Miranda le miró y le sonrió, intentando ignorar el cosquilleo que su mano en su brazo había provocado.


“Vale” dijo él abrazándola. Miranda se apoyó en él, descansando su mejilla en su hombro. La mano de Rob fue a parar al pelo de Miranda, acariciándole suavemente mientras apoyaba la barbilla en su cabeza. “Gracias por... no matarme en mitad de todo el rollo que te he soltado, Miranda” murmuró.


“No te castigues más por eso. Me ha gustado escucharte” contestó ella mientras se separaban.


“Cuídate” sonrió, retirándose y sujetando la puerta del taxi.


“Tú también, Rob. Pásalo bien esta noche” dijo Miranda con una sonrisa mientras su corazón se llenaba de tristeza.


“Lo intentaré...las dos cosas” rió mientras se introducía en el taxi, echando un último vistazo sobre su hombro.


“Bien” murmuró ella mientras su sonrisa se desvanecía. La puerta comenzó a cerrase y de repente, de lo único de lo que Miranda era consciente era de como cada célula de su cuerpo gritaba a modo de protesta. No le dejes ir así! No ha pasado nada! Podéis ser amigos! No le dejes ir!


“¡Mierda!” murmuró Miranda según se cerraba la puerta y el taxi comenzaba a alejarse. “¡Mierda! ¡Espera!” gritó mientras corría hacia el coche y golpeaba el techo antes de abrir la puerta trasera.


“Rob” dijo con la respiración entrecortada. Él giró la cara hacia ella mientras una gran sonrisa aparecía en su cara.


“¿Sí?”


“¿Tienes completamente ocupada la agenda para mañana por la mañana?” preguntó, sin importarle si estaba actuando como una tonta. Sabía que no quería dejarle marchar a no ser que tuviera que hacerlo.


“Seguro que puedo-” empezó a decir él, sacando una agenda de su bolsillo.


“Sólo una hora o así” dijo Miranda encogiéndose de hombros, dispuesta a aceptar cualquier cosa que él pudiera darle.


“Por supuesto” asintió él sonriendo.


“Llámame cuando tengas un hueco”


“Joder...sí. Definitivamente. Te llamaré por la mañana...ven aquí” dijo riendo un poco, alcanzándola. Tan pronto como estuvo cerca, la agarró de los brazos, la metió en el taxi y la abrazó, apretando los labios contra su frente. Miranda cerró los ojos. Los largos dedos de Rob se enredaron en el pelo de su nuca, apretándola más si cabe contra él mientras que el otro brazo rodeaba su cintura.


No había nada de amistoso en aquel beso, y Miranda le oyó respirar hondo por su nariz y su boca sobre su piel. No estaba segura de si esto era una prueba de su afecto por ella, una forma de demostrarla que la había echado de menos, o si simplemente era una leve pérdida de control. Si era esto último, no le había valorado demasiado como actor.


El taxista se giró y suspiró impaciente. “Estamos deteniendo el tráfico. O se sube o se baja”.


“¿Necesitas que te lleve? Murmuró Robert, suspirando un poco.


“Yo...tengo que hacer algunos recados antes de ir a casa...” murmuró Miranda. “Pero gracias”.


“Te llamo mañana por la mañana”. La dejó marchar cuando Miranda se apartó de él y salió del taxi.


“Adiós” susurró ella, despidiéndose con la mano.


“Adiós” dijo él con una sonrisa mientras Miranda cerraba la puerta.


**


Miranda se metió las manos en los bolsillos de su falda mientras contemplaba como el taxi desaparecía entre los coches. Su corazón latió contento y con fuerza en su pecho. Sintió una mezcla de alegría, confusión y miedo.


Imágenes de su gentil sonrisa mientras le sostenía la mirada momentos antes de llegar a la parada de taxis le pasaron por la cabeza. La situación le había pillado totalmente por sorpresa, porque hasta entonces, él había actuado como si fueran amigos. Pero en ese momento, su cara y sus ojos habían revelado sentimientos completamente distintos a los meramente platónicos. Miranda recordó cómo había luchado por sostenerle la mirada y no temblar ante la intensidad y el peso de sus ojos.


¿Sería eso posible entre dos personas que habían empezado su relación con sexo casual y una pelea, seguido por otra pelea y después por más sexo otra vez? Habían roto el contacto por completo, tal vez por el temor a no saber que pasaría si mantenían el contacto, pensando que no podrían lidiar con la distancia. Ahora, él había regresado, aunque sólo fuera por unos días. Lo único que sabía Miranda era que le quería en su vida. Su cuerpo y alma sentían una satisfacción extraña y su permanente desánimo se había esfumado con su compañía.


Ella lo sabía y le asustaba. Perdía el control cuando le tenía cerca. Sólo importaban sus deseos; su conciencia no valía de nada en su presencia. La moral y cualquier otra promesa parecían completamente innecesarias; vivir aquí y ahora era lo único que importaba.


Miranda tenía un vago recuerdo de haberse sentido así en el pasado, pero todo era muy borroso.


Esto era real. Esto estaba pasando ahora.


A pesar de esto, su conciencia seguía gritándole, y con toda la razón. Andy. Andy confiaba en ella, estaba allí para ella, nunca huiría o actuaría de manera irracional. Tenía los mismos intereses que ella y podían pasarse horas hablando de ellos. Antes del día de ayer, se había visto así misma viviendo así. Ahora, no estaba tan segura.


Andy se preocupaba mucho por ella. ¿Realmente merecía la pena ponerle en peligro por alguien que no sería capaz de comprometerse más allá de unos pocos días?


Su cabeza contestó que no. Pero su corazón gritó un sí rotundo.