miércoles, 7 de julio de 2010

CAPITULO 12

CHICO BURBERRY


Robert giró la cabeza y la miró a través del cristal tintado del taxi. Seguía sonriendo ampliamente mientras el ritmo de su corazón se calmaba. Miranda estaba de pie, completamente quieta, observando como se alejaba el taxi. La miró hasta que la perdió de vista, girándose de nuevo y enredando sus dedos en su pelo corto.


El aliento que estaba aguantando sin darse cuenta, escapó a toda prisa de sus pulmones mientras sus ojos se abrían un poco más en señal de desconcierto. Su cabeza retumbaba con diversos pensamientos y emociones confusas.


Sintió una pequeña punzada de culpabilidad, como el fumador que ha estado luchando contra su necesidad durante meses y finalmente acaba por rendirse.. Simplemente porque el objeto de su deseo había estado a su alcance.


Aquel fatídico día de Mayo, le había dicho que no se pondría en contacto con ella. Y también le advirtió que no se pusiera en contacto con él. Y lo hizo simplemente porque sabía lo que esa chica era capaz de afectarle. Miranda no representaba la clase de adicción de la que puedes escapar fácilmente; Más bien representaba a aquella que te deja sintiendo que el mundo que conociste es ahora un poco más gris de lo que solía ser.


El recuerdo de la intensa atmósfera que vivió cuando ella estaba a su alrededor se había desvanecido con el tiempo. O a lo mejor había sido encerrado en una habitación en lo más profundo de su mente. Una habitación que él visitaba de vez en cuando, abriendo la puerta sólo para permitir un poco de luz en los oscuros recovecos de su cerebro.


Ahora, era como si esa puerta se hubiera abierto de par en par. Sus dedos se hundieron en el cuero del asiento del taxi, sintiendo la fría textura. Apoyó la cabeza contra el cristal de la ventana estudiando las diferentes alturas de los rascacielos de Manhattan, admirando el cielo azul que servía como fondo a la ciudad.


Su corazón latía frenéticamente contra su pecho. No, no latía sin más; saltaba, corría, bailaba... haciendo pequeñas piruetas. Los profundos ojos de Miranda y su sonrisa aparecieron en su cabeza, y no fue capaz de detener la inmensa sonrisa que se dibujó en sus labios. Era incontrolable, como su corazón y la adrenalina que fluía libremente por sus venas como si se tratase de LSD cada vez que visualizaba su cara.


Alzó su mano para ocultar la sonrisa plasmada en sus labios. El taxista seguro que pensaba que estaba loco. Sólo pensarlo casi le hace soltar una carcajada. Estaba loco. Estaba enamorado.


Mierda.



(Media hora más tarde)



Robert entró en su gigantesca suite en el Ritz, manteniendo la puerta abierta para que entraran los dos sastres de Burberry que iban tras él, cargando con su equipo y con su traje en unas enormes maletas de Burberry mientras maldecían por lo bajo a las estrellas sin educación que llegaban tarde todo el tiempo. Robert entornó los ojos, haciendo como si no hubiera escuchado nada. Esto era trabajo – negocios – y esos hombres habían sido contratados únicamente para que a él le quedase el traje como un guante, ni más ni menos.


Intentó disculparse por haber llegado 20 minutos tarde, pero ellos ya se había hecho su idea sobre él. Era una estrella de cine mal educada y consentida que pensaba que el mundo giraba a su alrededor. Bostezó mientras cerraba la puerta tras ellos.


La luz del sol se filtraba a través de las enormes ventanas y podía escuchar a los coches pasar, haciendo sonar los claxons con furia los unos a los otros. ¿Es que en esta ciudad estaba todo el mundo desquiciado? Observó en silencio mientras los sastres sacaban sus cosas, depositándolas cuidadosamente en una silla junto a él.


“¿Sería tan amable de desvestirse, señor Pattinson? Necesitamos asegurarnos de que el traje le queda a la perfección” murmuró un hombre con rasgos asiáticos.


Robert comenzó a quitarse la camisa y a desabrochar sus vaqueros cuando se detuvo bruscamente, percatándose de que no llevaba ropa interior. Rió para sí mismo mientras se imaginaba las caras de shock que pondrían al verlo. También jugó con la idea de llevar el traje sin ropa interior, pero se lo pensó mejor. Afortunadamente, sus boxers estaban en el baño, escondidos en una bolsa de plástico.


“Tengo que ir al cuarto de baño”. Se disculpó, intentando disimular la sonrisa pícara que amenazaba con asomar. No tenía ni idea de por qué había decidido ir “comando” justo ese día. Más bien había sido estúpido hacerlo, ya que ver a Miranda con esa falda vaquera le había hecho empalmarse de inmediato. Realmente tenía el culo más maravilloso del mundo. En lo único en lo que había sido capaz de pensar mientras paseaban por el muelle era en excusas para caminar unos pasos por detrás de ella y así poder contemplarlo inadvertidamente.


Notó como se excitaba un poco al pensar en ello, así que decidió desechar el pensamiento antes de que las cosas escapasen a su control. Después de todo, se supone que tenía que estar ahí de pie frente a los sastres y dudó enérgicamente que a ellos les hiciera gracia que su polla les golpease en la cara mientras hacían los últimos ajustes a sus pantalones. Sólo un pensamiento más y se prometió que sería el último del día. Cerró los ojos mientras recordaba el modo en que sus caderas se habían balanceado mientras caminaba. Pensó en la suave piel de sus muslos. Joooooooder.


“Uhm, ¿tíos?” Asomó la cabeza según los hombres abrían la maleta que contenían su kit de costura. “¿Os importa si me doy una ducha rápida? No quiero ponerme el traje estando sudado y eso...”


Tampoco quiero golpearos con mi polla.


“Sí, señor Pattinson. Organizaremos el equipo mientras se ducha”


“¡Genial! Gracias, tío”. Les guiñó el ojo y cerró la puerta tras él, corriendo a la ducha y abriendo los grifos antes de desabrocharse los vaqueros. El vapor del agua caliente empañó el cristal de la puerta de la ducha al instante y apenas era capaz de ver sus propias manos frente a él mientras se metía. La tensión acumulada en sus hombros comenzó a desvanecerse lentamente mientras el agua caliente corría por su cara y su espalda. Se apoyó en los azulejos y suspiró mientras miraba a la nada.


Seguía empalmado debido a sus fantasías anteriores y sabía que si se tocaba ahora no aguantaría mucho. No es que eso importara, y Dios sabía que necesitaba liberarse...


Que coño...


Cerrando los ojos, se inclinó y se colocó debajo del agua, aguantando su peso sobre su mano izquierda, la cual apoyó en la pared frente a él.


Por fin, dejó que su mente deambulara tras la puerta que había intentado mantener cerrada durante los minutos anteriores. Respiró profundamente al sentir la primera caricia y sus fantasías le rodearon.


Ella había decidido aceptar el viaje en taxi con él y estaba tumbada boca arriba en el asiento trasero. Él levantaba esa deliciosa falda hasta la cintura, su culo y sus muslos completamente expuestos ante él. Llevaba un tanga rojo de algodón. Podía ver como la tela se oscurecía un poco entre sus piernas. Estaba húmeda para él. Deseaba que la tocara.


Joder, sí.


Retirando la tela hacia un lado, paseó su dedo índice por esos pliegues rosados resplandecientes.


Gemía en silencio, incapaz de detenerse mientras se masturbaba más rápido. No iba a durar mucho si seguía así y ya podía sentir el leve cosquilleo abriéndose paso por sus entrañas, notando como se le ponía aún más dura al recordar cómo era sentir a Miranda. Oh sí.


Miranda arqueó la espalda y arremetió contra su mano mientras él introducía dos dedos en su interior... No, que le den a eso, le introducía 3 dedos, sintiendo como su estrechez le dejaba paso, rodeándole y contrayéndose a su alrededor, justo como él recordaba. Y ella gemía, ese sonido tan sexy que solía hacer que el fuego corriera por sus venas. La penetró con los dedos más rápidamente, concentrándose en su cara – su espalda arqueada y su pelo esparcido por el asiento. Sus tetas se agitaban debido a su acelerada respiración.


Miranda acarició su clítoris mientras él la follaba con sus dedos.


“Oh joder-” gimió mientras los recuerdos de la última mañana juntos le venían a la cabeza.


Las manos de Miranda acariciando sus tetas, bajando por su estómago, deteniéndose en sus muslos.


Robert empezó a temblar mientras el estallido comenzaba en él. Se agarró con más fuerza e incrementó el ritmo.


Miranda corriéndose en su polla, fuertes convulsiones que hacían casi imposible aguantar...


Robert ni lo intentó esta vez. Gimió y cerro los ojos fuertemente mientras cerraba su mano izquierda en un puño mientras la liberación se abría paso en su interior.


Oh joder, oh joder, oh joder...” jadeó en silencio, descansando su cabeza en los azulejos. Odiaba contenerse, necesitaba gritar. Pero esos jodidos sastres estaba ahí fuera esperándole y no quería que supieran lo que estaba haciendo.


Aún respiraba aceleradamente mientras alcanzaba el jabón y se enjabonaba, riéndose de la estupidez que acababa de hacer. Se había masturbado en la ducha, pensando en Miranda. Bueno, y no había sido la primera vez. Pero ahora era diferente, porque Miranda estaba reciente en su cabeza. Sabía exactamente cómo estaba ahora. Sabía más de ella ahora que en previas ocasiones. Su mente había tenido que rellenar los huecos que existieron entonces.


Esta vez había sido mucho más real porque había descubierto cosas nuevas en ella que no había visto en otros encuentros. Tenía una pequeña marca de nacimiento en la parte interna de su muslo izquierdo, por ejemplo. Se había dado cuenta de eso cuando se cruzó de piernas. Terminó de ducharse, cerró los grifos y salió de la ducha.


Diez minutos más tarde, estaba de pie en el pequeño taburete que habían traído los sastres. Esperó paciente mientras éstos tomaban la medida de los pantalones, quejándose de que sus piernas eran demasiado largas. Él apenas les escuchaba, ya que se había puesto los cascos.


Ahora, sólo tenía que preocuparse de permanecer completamente quieto para que no le pincharan con las agujas. Eran casi las 5 de la tarde cuando por fin le dejaron bajar del taburete. Hicieron los ajustes finales al traje en su habitación con la máquina de coser, basándose en las medidas que habían tomado previamente.


Desplomándose sobre un enorme sillón de cuero, sacó su portátil para mirar el correo. Nick la había mandado la agenda para el fin de semana. Ninguna novedad en ese aspecto, pero tenía un par de emails de unas fans, quienes probablemente, habían tenido surte la hora de adivinar su dirección de correo electrónico. Sin embargo, ellas nunca llegarían a saber que la dirección era la correcta. Los leyó, arqueando las cejas de vez en cuando con una leve sonrisa mientras los leía. Era halagador pero al mismo tiempo algo molesto. No el hecho de que le hubieran escrito, sino lo que le escribían. Le decían que estaban dejando a sus novios porque ahora estaban enamoradas de él.


También había recibido un email de Gabrielle. Le escribía de vez en cuando, manteniéndole al día de las cosas que había estado haciendo y preguntándole por las suyas. Habían quedado para comer algunas veces y ocasionalmente se habían encontrado en diferentes fiestas a las que Nick se había encargado de que asistieran para complacer a los fotógrafos. Durante su última visita a Hollywood, Robert había accedido a recogerla en su apartamento solo porque Nick había apuntado a Gabrielle al mismo gimnasio que él frecuentaba, y puesto que a ella le aterrorizaba conducir en L.A...


Abrió el email y se acomodó en su sillón, escuchando de fondo el monótono ruido de la máquina de coser.


¡Hola Rob!


¿Cómo estás? He estado taaaaaaaaan ocupada, reuniéndome con los productores de una posible película. Es sobre una stripper enganchada a las drogas y que tiene un jefe que abusa de ella...ya sabes, que la pega y eso. Es rescatada por un motorista que termina llevándosela en su moto...¡y felices para siempre! Estoy tan ilusionada con esto. ¡Creo que puede ser mi lanzamiento!


Robert se rascó la barbilla con una sonrisa divertida en sus labios. Parecía una buena película, sin duda. Aclaró su garganta y rió. Ella sería una stripper fantástica, con su pelo rubio, su delgada figura y sus tetas, las cuales dudaba seriamente que fueran reales. Continuó leyendo.


Sin embargo hay un problema. Los productores están preocupados por el hecho de sea tan desconocida...ya sabes, no he participado todavía en ninguna película importante y les preocupa que no sea capaz de...atraer a la audiencia, si sabes a lo que me refiero. Me avergüenza tanto pedirte esto, pero Rob, por favor, por favor, por favor, llévame contigo en una de tus apariciones. Realmente lo necesito y...lo entiendes, ¿verdad? Me ayudaría que la gente empezase a hablar un poco. Te estoy suplicando, ¡haré lo que sea! Estás tan de moda ahora mismo, y la gente está deseando cotillear. ¿Sólo por esta vez? ¿Por favor?


Xoxo,


Gabi.


Robert cerró los ojos y suspiró con fuerza. Entendía el dilema de Gabrielle. Él lo había sufrido también, habiendo sido rechazado por productores demasiado asustados como para contar con alguien desconocido. La mayoría de ellos le habían dicho que les encantaría trabajar con él “en unos cuantos años”. Entendía la frustración que sentía Gabrielle, pero él nunca había utilizado los típicos métodos de Hollywood para conseguir lo que quería. Joder, él seguía haciendo audiciones y leía guiones, a pesar de no necesitar hacerlo. Simplemente, no podía acceder a hacer una película sin querer el papel primero. Lo que es más, no pensaba que la industria le debiera favores. ¿Quien era él y por qué iba a ser él mejor que otro actor con talento que tenga aún que trepar hasta lo más alto? Él al final lo había conseguido, aunque inintencionadamente. Si pudiera hacerlo de nuevo, no habría hecho las pruebas para Crepúsculo. Había perdido demasiadas cosas de su vida en el proceso.


Había muchas cosas en él que le hacían ser el antagonista de Hollywood. Miranda se lo había recalcado antes también, cuando dijo que parecía la única persona real en un mar de maniquíes. Sus palabras le habían reforzado, tal y como él había esperado. Ahora veía aún más valor en resistirse a los métodos de Hollywood y a las desesperadas búsquedas de atención por parte de otros actores. No necesitaba aparentar nada. Lo único que quería era algo de reconocimiento como actor. Quería que las críticas dijeran que su personaje había resultado creíble, no que tenía más fans. Miranda lo sabía y su fe genuina en él significaba mucho para él. Le motivaba para seguir adelante.


Sacudió la cabeza mientras miraba el email de Gabrielle de nuevo. ¡Ni de coña! Había algo más detrás de su negativa a la petición de Gabrielle que el evitar cotilleos y preguntas. No quería vender su alma más de lo que ya lo había hecho.



Rob respiró hondo, secándose ausente sus húmedas manos en los pantalones de su traje de marca y tirando de la tela con sus dedos nerviosos, intentando dejar en paz su ahora peinado pelo. Eso es lo que pienso de los putos diseñadores. Miró a Nick, sentado junto a él, mirando a Robert de vez en cuando pero principalmente, estudiando el escenario que ofrecía NY. La ciudad ofrecía una bella imagen de la atmósfera otoñal y Robert hubiera disfrutado de ello en cualquier otra circunstancia. Pero no ahora. No 5 minutos antes de lanzarse a las luces cegadoras de flashes ansiosos y molestos fotógrafos. Suspiró, intentando calmar sus nervios y cambiar su amargo estado de ánimo a otro más personal y animado.


De repente, Nick señaló un cartel que había en la pared de un edificio con la cara de Rob, anunciando la última creación de Burberry. Rob gruñó en alto, avergonzado incluso en presencia de Nick.


“Rob...No es tan malo. ¿Por qué estás tan preocupado? Creo está genial” Rob entornó los ojos y asintió, no queriendo actuar como un niño petulante. Nick había trabajado duro y se había fijado en el potencial de Robert incluso cuando Rob no creía tenerlo. Realmente quería hacer lo mejor para él, aunque sus acciones a veces contradijeran sus buenas intenciones.


“Me gusta la barba de dos días. Me alegro de que no usaran demasiado Photoshop para hacerme parecer una niña”. Fue todo lo amable que Rob pudo decir a modo de alabanza al ridículo anuncio.


“Hora del test Rob. ¿A qué huele la colonia?” Nick le miró fijamente, intentando llevarle una vez más por la dirección correcta. Rob resopló y recitó todas las virtudes de la colonia de memoria, intentando lo mejor que pudo aparentar que realmente la importaba. “Picante. Fuerte. Refrescante, con elementos de cedro y sándalo. Masculina, pero no demasiado. Tiene un punto de lavanda.” Joder. ¿Un punto de lavanda? Por el amor de Dios. Perez va a encontrar una mina en esto. Nick sonrió satisfecho y Rob continuó recitando sus respuestas ensayadas, intentando recordar si alguna vez había llegado a oler la condenada colonia. Probablemente no.


El coche se detuvo y Rob pudo escuchar el ruido de la multitud al otro lado del vehículo negro que le separaba del caos. Pudo incluso distinguir algún que otro grito femenino y tomó nota mental de la dirección de la que provenían para así asegurarse de saludar a las fans que habían venido a apoyarle. Respiró hondo una última vez según se abrían las puertas y salió del coche, los flashes cegándole de inmediato. Notó como Nick la agarraba del codo, guiándole hasta donde necesitaba estar, la alfombra roja. Las preguntas le llegaban desde todos los ángulos, en todo tipo de idioma imaginable y los antes lejanos gritos de sus fans, alcanzaban ahora niveles ensordecedores. Tragó saliva y mostró su mejor sonrisa mientras era arrastrado entre la multitud. Se detenía para posar ante los fotógrafos donde Nick le indicaba, asegurándose, por supuesto, de mostrar su mejor ángulo, antes de avanzar unos cuantos pasos más a lo largo de la alfombra para repetir el proceso.


“Rob! Rob! Aquí!” Nick le asestó un codazo dirigiéndole a una fila de reporteros de revistas desconocidas para él que le esperaban. Se preguntó si la gente leía esas revistas, llegando rápidamente a la conclusión de que aparentemente siempre hay algo para cada persona de este mundo.


“Rob! ¿Qué piensas sobre la nueva colonia? ¿Piensas que es una buena representación de los hombres británicos?” Rob asintió, escuchando como su boca murmuraba algo sobre cómo la colonia personificaba al hombre británico moderno y otras gilipolleces tales como el estilo relajado, confiado y natural y otras como el no forzado sex appeal. A él le sonó bien y el reportero pareció satisfecho.


“¡Rob! ¿Es Burberry tu olor, tu marca de identidad?” No, es el olor corporal, gilipollas. Rob notó como Nick le pellizcaba y se preguntó por un segundo si lo había dicho en voz alta. Mierda. Consiguió improvisar una respuesta, algo así como que la colonia era fácil de llevar y era perfecta para cualquier ocasión. Respiró aliviado cuando el reportero sonrió, aparentemente satisfecho con la respuesta.


“¡Rob! ¡Aquí! ¿Qué piensas realmente de la colonia?” Rob no pudo evitar la respuesta que escapó de su boca. “Es cojonuda.” La chica morenita le miró alucinada, confusa por su respuesta. “Me gusta. Está bien” Ella le sonrió, aparentemente embobada por su encantador acento británico y por su espontaneidad. Si otras mujeres fueran así de fáciles. Dios mío. Otras mujeres. Sí. Miranda. Rob no puedo evitar la sonrisa que apareció en su cara al pensar en la morena a la que él prefería; la que pensaba que era realmente “cojonuda”. Joder, sí. Sintió como sus hombros se relajaban al recordar la reciente voz de Miranda en lo más profundo de su cabeza, utilizándolo para propulsarse hacia el mar de reporteros y fotógrafos que quedaban.


Treinta minutos más tarde, Rob respiró aliviado mientras bebía un trago de champán de la copa que, de alguna manera, había aparecido en su mano.


“Buen trabajo, Robert” Nick apretó su hombro con afecto y Rob le sonrió levemente mientras las burbujas del champán le relajaban aún más.


“Gracias” Rob sonrió de nuevo y volvió a beber de su copa, echando un breve vistazo a la habitación y percatándose de que la única persona a la que conocía allí era a Nick. Nick vio su oportunidad y la aprovechó, atacando a Rob con su siguiente pregunta.


“Tal vez podrías llevar a Gabrielle a la gala de UNICEF que tendrá lugar en L.A en un par de semanas”. Rob se quedó paralizado allí mismo, estudiando con detenimiento la cara de Nick.


“Nick, ¿serías tan amable de traerme más champán? No creo que haya bebido suficiente alcohol como para poder mantener esta conversación”. Nick entornó los ojos pero accedió a la petición de Rob, llamando a uno de los camareros y cogiendo una copa para Robert. Rob tomó un trago, saboreándolo antes de tragarlo audiblemente, tomándose unos segundos extra para calmar su raramente encolerizado temperamento.


“Mira Rob. Las organizaciones benéficas necesitan tener a celebridades como portavoces para ayudar a sus causas. Ya es hora de que te unas a una de esas organizaciones y UNIFEF es genial. ¿Estás de acuerdo?”


Rob asintió; no podía rebatir esa parte del argumento de Nick.


“Van a ofrecer un cóctel en el Berbely Hills Wilshire en un par de semanas como preámbulo al Snowflake Ball que tendrá lugar en Diciembre. Ya sé que tu plan es volver a casa para pasar las vacaciones, así que tal vez podrías forjar una relación con ellos antes de irte?” Los ojos de Nick casi le suplicaban que lo hiciera.


“Nick, por favor. Entiendo lo que dices. En serio, lo entiendo. Y no me importará ayudar a una organización como UNICEF. Me gustaría hacerlo. ¿Pero Gabrielle? ¿En serio?”


“¿Por qué estás en contra de Gabrielle?”


“No estoy en su contra” gruñó Rob, con cuidado de mantener su tono de voz a un nivel respetable. “Estoy en contra de esta idea tuya de que tenga una novia falsa. No quiero que la gente piense que es mi novia- y sabes que eso es exactamente lo que pasará. Ni si quiera puedo andar por la calle con una amiga sin que Perez Hilton planee mi boda”


“¿Por qué te importa tanto eso? Joder, Rob. Tal vez una novia te ponga en un estado mental mucho mejor.” En raras ocasiones Nick presionaba a Rob y Rob sonrió ante su rara pérdida de control.


“¿Me estás diciendo que tengo que tirarme a tías con frecuencia, Nick? Sé que siempre has querido lo mejor para mí, pero joder. Supongo que por eso te pago tan bien”. Rob le sonrió y bebió otro sorbo de champán. Nick sólo pudo sonreír como respuesta, incapaz de seguir irritado con Rob por más tiempo.


“Tu vida sexual no forma parte de mi trabajo, cabrón. En fin. ¿Te lo pensarás al menos? Sé que lo odias, pero Gabrielle podría beneficiarse de la publicidad”. Nick sonrió tímidamente ante su admisión.


“Lo pensaré, ¿vale? Te prometo hacer al menos eso”. Rob golpeó el hombro de Nick para ratificar su promesa. Ya se lo había pensado. Si Nick quería que se involucrara con una organización benéfica, le echaría un vistazo y vería de qué manera podía hacerle un hueco en su abultada agenda. Pero no iba a aceptar la maniobra publicitaria con Gabrielle. “Ahora mismo, necesito beber y pretender ser el hombre que mejor huele de Norte América. Salud, tío.” Rob chocó su copa medio vacía con la de Nick, aún llena, y se dio la vuelta adentrándose en la multitud de gente desconocida.

8 comentarios:

  1. Me encanta este fic!!!!
    Lo echaba mucho de menos. Espero con ansia el próximo capítulo.
    Felicidades ;)

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  2. Me ha encantado como siempre!!
    He estado revisando todos los días para ver si estaba actualizado, me alegro que lo hayas actualizado.

    Eres genial!!

    Besines

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  3. yo tambien ja ja revise todos los dias gracias por seguir, esta super besiiitos

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  4. Me alegro que hayas recordado el fic (:
    Me encantó el cap.

    Espero el próximo

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  5. Wow¡¡¡, gracias por actualizar, es mi fic favorito, aunque estaba perdiendo la esperanza que lo actualizaras, pero a diario entraba para ver si actualizabas y hoy me encuentro con esta sorpresa¡¡¡

    Abrazos

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  6. Que bueno que regresaste!!!!!
    Ya ves? te somos fieles y te esperaremos siempre, gracias por volver, gran capitulo!
    besitoooo
    Li

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  7. Gracias Maria, pense que no volverias a actualizar!
    Espero que todo este bien
    Besos

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