martes, 22 de septiembre de 2009

CAPITULO 3 (PRIMERA PARTE)


CAPÍTULO 3: EL CAMINO DE LA VERGÜENZA



Robert abrió los ojos cuando un sonido interrumpió su sueño. Sus ojos viajaron por la habitación para localizarlo y fijó los ojos en el móvil negro que estaba en su mesilla. No era el suyo.


Lo cogió para apagar la alarma o lo que fuera por lo que estaba sonando, pero vio que era un mensaje. Frunció el ceño.


Quien coño recibe un mensaje a las...


Levantó la cabeza y suspiro... ¡7:45! Eso no era humanamente posible.


¿Quien estaba despierto a las 7:45 un sábado por la mañana?


Bueno, aparte de él, cuando estaba en una de esas giras de promoción. De alguna manera veía más amaneceres que puestas de sol cuando viajaba por todo el mundo durante las promociones.


Cerró de nuevo los ojos, intentando olvidarse de los tours promocionales y de los sentimientos negativos que amenazaban con consumirle. En su lugar, se concentró en la suave almohada bajo su cabeza. Habría sido muy fácil volver a quedarse dormido. Su cabeza seguía dándole vueltas debido a todo el alcohol que había consumido el día anterior y sabía que no era posible que hubiera dormido más de 4 horas y él necesitaba al menos 8 horas.


De repente, se dio cuenta de que tenía algo sobre su pecho. Levantó la cabeza y divisó un brazo suave y bronceado sobre él. Lentamente, giró la cabeza en dirección a la figura que dormía junto a él y apretó los dientes.


¡Oh, joder!


De repente se despertó por completo al intentar comprender dónde estaba. Sus ojos viajaron por la habitación y poco a poco, empezó a reconocerlo. El equipo de música, seguía encendido; La carátula del cd de Jimi Hendrix seguía abierta sobre la mesita. Había ropa tirada por el suelo, sus calcetines y su ropa interior, el vestido rojo y el sujetador de ella.


Con la mano que tenía libre, frotó sus cansados ojos mientras una luz gris y fría entraba por la ventana, anunciando un típico día londinense. Las persianas no estaban bajadas, muy a su pesar, pero después de todo, cerrar las persianas había sido la última cosa en su cabeza.


Mientras estaba allí tumbado, acostumbrándose a la luz y a ese entorno desconocido, escuchó el extrañamente reconfortante ruido del tráfico. Obviamente, Miranda no había elegido este apartamento porque le gustase la calma y el silencio. Sus oídos detectaron el sonido de al menos 5 bocinas de coches diferentes pitando al mismo tiempo, una ambulancia apresurándose calle abajo y el salpicar del agua cuando los coches pasaban sobre los charcos. A juzgar por la actividad, era difícil creer que eran las 7:45 de un sábado por la mañana.


Londres, ¿no te encanta? Ya lo creo.


Se giró para encarar a la criatura que estaba tumbada junto a él, encarándole. Le alivió ver que era tan guapa hoy como pensó que lo era anoche. Su pelo castaño estaba alborotado sobre su cara, sus hombros y la almohada. Apartó algunos mechones de su propio hombro según se forzaba a apartar la vista de ella. No importaba lo guapa que fuera o lo increíble que estuvo la noche anterior.


Se marcharía ahora mismo.


Sólo podía dar gracias al cielo por no haberla despertado momentos antes. Con cuidado, retiró el brazo de Miranda de su pecho. La chica se movió un poco, girándose y dándole la espalda. Robert suspiró aliviado y se levantó de la cama.


Recogió sus cosas del suelo con movimientos lentos y cuidadosos, intentando no despertarla, y se metió en el baño. Se dijo a sí mismo que no quería vestirse delante de ella porque no quería despertarla, pero a decir verdad, no le agradaba su cuerpo desnudo más que a cualquier otra persona con resaca un sábado por la mañana. Y lo que es peor, ni si quiera tenía resaca.


¡Definitivamente seguía borracho!


Sacudió la cabeza y sonrió ligeramente. ¿No sería el final ideal a este affair que se cayera de culo mientras intentaba ponerse los pantalones? O mucho mejor, ¿que se cayera sobre ella clavándole el codo o algo en la cara, ponerla el ojo morado y despertarla?. No, definitivamente era mucho mejor vestirse en el baño. Se mantendría fuera de la vista de Miranda y tendría algo para agarrarse si perdía el equilibrio.


Se vistió rápidamente mientras se regañaba a sí mismo por haberse quedado dormido. Era una de sus reglas más importantes. ¡Nunca, nunca quedarse dormido! Casi siempre daba lugar a un momento extraño por la mañana. O también a una sorpresa desagradable cuando la chica resulta ser fea, o lo que es peor, se vuelve completamente loca y le suplica que se quede.


Aunque esa no era la razón por la que no se quedaba esta vez. Lo sabia muy bien. Había sido honesto al decirla que no quería complicar las cosas.


Supo que debía haberse marchado al terminar con ella. Pero en lugar de eso, se había quedado tumbado hablando con ella, y sorprendentemente, había sentido la necesidad de pasar más tiempo con ella, cosa que no le ocurría muy a menudo. Generalmente era muy fácil levantarse y largarse, pero la noche anterior había sido de todo menos fácil. Quería conocerla; Esa chica despertaba su curiosidad.


Se inclinó y se lavó la cara con agua fría. Vio el bote de perfume de Marc Jacobs que estaba sobre el lavabo, lo abrió y respiró la dulce fragancia. Era ella; la sensual esencia de gardenias y jengibre mezcladas con su propio aroma natural. Esa lujosa esencia le había excitado aún más durante la noche. Apoyó las manos en el lavabo y sacudió ligeramente la cabeza, rememorando.


No había vuelto a pensar en esa chica del parque desde que salió del metro en Picadilly Circus. En lugar de eso, había malgastado el resto del día vagueando en el sofá de Patrick viendo antiguos episodios de Faulty Towers.


Cuando por fin decidieron salir, ya era tarde y el club estaba casi lleno. No mucha gente le reconoció, lo cual agradeció. Era como si la gente de Londres hubiera hecho un pacto de silencio con él. Le dejaban en paz casi todo el tiempo. Casi nadie se acercaba a él. Le dejaban en paz, eso estaba claro, pero tampoco actuaban de un modo normal con él.


Había estado ocupado con la chica que había insistido en tocarle el pelo cuando Mariah y sus dos amigas llegaron. Mariah era exactamente el tipo de Patrick. Era como todas las chicas a las que había conocido en los últimos años. Se había puesto de pié para presentarse a sus amigas y sintió una sensación como de deja-vu al ver la cara de la chica de la melenaza. Era sólo que no sabía de qué le sonaba. No fue hasta que la vio andar hacia la barra y hasta que sus ojos se posaron accidentalmente en su culo cuando realmente la reconoció. La primera reacción que tuvo fue sonreír y luego recordó a la chica del parque.


Supo entonces que tenía que hablar con ella. No volvió a pensar en la otra chica, en la que le tocaba el pelo, y se dirigió hacia donde estaba sentada la chica del parque. Recordaba que era divertida. Femenina, un poco chula y un poco payasa. Justo como a él le gustaban. Pero lo que realmente le intrigó fueron sus ojos y el modo en que le miraba. Un rastro de inteligencia asomaba por ellos, a pesar de que estaba algo contentilla del vino que se había tomado.


Era la primera vez en muchos meses que alguien se le había acercado como Robert y no porque fuera famoso. Le gustaba aún más hablar con ella porque le hacía sentirse normal. Él era simplemente un tío charlando con una chica guapa, y realmente había echado mucho de menos el poder hacer eso.


Su atención se había desviado de nuevo a su cuerpo cuando la vio bailar en la pista. Podía deducir que lo hacía para divertirse, no para poner a nadie cachondo, porque sus ojos brillaban e irradiaban felicidad mientras ella y su amiga cantaban las canciones de cualquier canción que sonaba. Ni si quiera miraba a nadie en particular; se lo estaba pasando bien y punto.


Robert agradeció que no se diese cuenta del modo en que sus ojos seguían sus movimientos y de cómo observaba con lujuria el movimiento de su culo. Decidió que quería pasar más tiempo con ella esa noche. No tenía nada especial en mente; sólo sabía que quería hablar con ella de nuevo. Cuando Miranda le miró, casi le pilla con la guardia baja. El modo en que le miró le hizo sentir curiosidad por lo que estaba pensando. Decidió actuar justo cuando ella rompió el contacto visual, mirando al suelo de la pista. Ella seguía mirando al suelo, completamente inmóvil en mitad de una pista de baile abarrotada, cuando él regresó con una copa de vino para ella.


Me preguntaba si sería lo suficientemente valiente como para seducirte...


Esa frase le hizo sonreír al recordar cómo se había sentido cuando se lo dijo. En el mismo instante en que pronunció esas palabras, Robert supo que la dejaría hacer con él todo lo que quisiera. Ningún tío habría podido rechazar esa oferta, y él no era una excepción.


Por supuesto, estaba acostumbrado a frases de este tipo, pero este no era el caso. Estaba convencido de que ella se lo había dicho en serio, que realmente había pensado en ello y ahora se lo estaba diciendo. Según la miró a los ojos, sintió una profunda admiración por ella. Nunca antes había conocido a una chica que se hubiera atrevido a ser tan honesta con él. Y eso lo hacía todo mucho mejor.


Y no le había decepcionado. Solo le bastaron unos segundos besándola para darse cuenta de que Miranda estaba intentando controlarse. Robert sabía que se le tiraría encima si la dejase. Y esa noche...


Le encantaba cuando las chicas no se controlaban, y ella no lo había hecho. Si alguien se había controlado, ese era él, pero sólo lo hizo para que todo durase más. Ella había sido como fuego entre sus brazos.


Le había silenciado, suplicándole que no la tratase como a una muñeca. Ella no había esperado que la tratase de ninguna manera. Y lo mejor de todo, no había esperado que actuase como... Edward.


Se miró en el espejo y frunció el ceño. Ella leía los libros de Crepúsculo; debía saber quien era. Pero no parecía tener ningún problema en separar a la persona del personaje. Sonrió de nuevo cuando recordó sus besos desesperados. No, definitivamente no le habría gustado si se hubiera comportado como lo haría Edward. Ella no quería que se comportase como un caballero. Claramente, le prefería como Robert, no como Edward.


Suspiró y volvió a la realidad, preguntándose cuanto tiempo había estado metido en el baño. Abrió la puerta con cuidado, temeroso de despertarla.


Llegó hasta la entrada y se puso sus deportivas negras mientras cogía su cazadora. Estaba a punto de abrir la puerta principal y marcharse, cuando la miró por última vez.


Dándose cuenta de que probablemente no volvería a verla nunca más, apretó los labios y entró en el dormitorio de nuevo. Se apoyó contra la pared, observándola en silencio. La silueta de su cuerpo era visible a través de las sábanas. Su pelo se esparcía por la almohada y sus oscuras pestañas caían sobre sus rosadas mejillas, haciéndole sonreír levemente. Reprimió las ganas de acariciar su pelo y su piel de nuevo.


En vez de eso, se quedó donde estaba, oyéndola respirar, escaneando la habitación con sus ojos. Las estanterías estaban llenas de libros gruesos, la mayoría eran clásicos de Oscar Wilde, pero advirtió la presencia de los libros de Crepúsculo y alguno que otro de Marian Keys. Había también una estantería con libros de psicología, de derecho internacional y derechos humanos, lo que llamó un poco su atención. ¿Era estudiante de derecho? ¿Por qué la psicología?


Su colección de cds eran igual de predecibles que sus libros. Le gustaban los clásicos. Eran cds de Elvis Costello, Jimi Hendrix, Janis Joplin y alguna que otra BSO, como por ejemplo la de Lock, Stock and Two Smoking Barrels. Pero también tenía de Mozart, Satie y Tchaikovsky, lo que le hizo sonreír, aunque un poco confuso, ya que se dio cuenta de que no sabía absolutamente nada de esta chica. Lo que vio hizo que se interesara. Obviamente no era una chica tonta.


Sus ojos regresaron a Miranda e incluso se le pasó por la cabeza el despertarla para saciar su curiosidad. También quería comprobar qué efecto le provocarían hoy sus ojos, si le atravesarían del mismo modo a la luz del día.


Respiró hondo y apretó la mandíbula. Era la hora de marcharse. Nunca pretendió quedarse dormido. Había sido un accidente, pero el despertarla ahora no lo sería. Además, eso complicaría aún más las cosas.


¿Tal vez debería dejarle una nota? Se mordió el labio inferior, sopesando los pros y los contras. Le había dejado muy claro que no quería complicar las cosas, ¿no? Se sentía raro marchándose así sin más, especialmente cuando había disfrutado tanto. Suspiró, pasando las manos por su pelo y recordando quien era realmente. Siempre estaba ocupado. Se emborrachaba demasiado y siempre estaba huyendo de algo. Precisamente el día anterior, se había ido a la cama con dos chicas diferentes, y ni si quiera se sentía mal por ello.


No, no iba a dejarle ninguna nota. Se marcharía de allí.


Y eso es exactamente lo que hizo.


**


Nadie le molestó en su trayecto de vuelta al Soho. Se sentó en una esquina y se puso los cascos como de costumbre. Le apetecía escuchar a Tom Petty, así que se puso la canción de Don't Do Me Like That. Siempre se animaba con esa canción y empezó a fijar en su mente todo lo que había ocurrido la noche anterior. Sabía que probablemente nunca volvería a verla, pero eso no significaba que no pudiera disfrutar con su recuerdo. Incluso sonrió un poco al bajarse del metro. Más chicas deberían ser igual de valientes que ella, pensó. Las chicas deberían atreverse a hacer más cosas.


A las 9:30, Robert introdujo la llave en la puerta del apartamento de Patrick, esperando que no hubiera nadie. Pero en lugar de eso, el olor a café recién hecho le golpeó y pudo oír el sonido de la ducha en el baño. Recogió el periódico del suelo, se quitó las zapatillas y se sentó en una de las sillas de la cocina.


¡Cariño, ya estoy en casa!” gritó riéndose mientras abría el periódico. Alguien había sido tiroteado en Chelsea y un edificio había ardido cerca de Heathrow. Nada de interés, sólo nuevas catástrofes. Suspiró y se puso de pié; necesitaba cambiarse de ropa. Llevaba dos días con la misma ropa y necesitaba ducharse y cambiarse. Se olió la piel y arrugó la nariz. Olía al perfume de Miranda.


Entró en el salón y abrió su maleta. Suspiró de nuevo cuando los efectos de la resaca empezaron a hacer acto de presencia. Necesitaba desesperadamente un café y esperó impaciente a que la máquina terminara de hacerlo.


Mientras revolvía en su maleta, escuchó unos pasos por detrás. Que raro. La ducha seguía sonando. Se giró y se encontró cara a cara con la chica rubia con la que Patrick había quedado ayer por la noche, Mariah. Llevaba una de las camisas de Patrick y su pelo estaba recogido en una coleta. Obviamente, había pasado aquí la noche, y por la cara de Mariah, dedujo que ella también sabia donde la había pasado él.


Buenos días” dijo con una sonrisa.


Oh, buenos días” dijo Robert con otra sonrisa mientras continuaba revolviendo en su maleta.


Llegas temprano” dijo ella riéndose. ¿Miranda tenía que salir o qué?”


Robert frunció el ceño y continuó buscando cosas en su bolsa hasta que encontró la camisa y los pantalones que quería. No estaba preparado para esta situación tan embarazosa y tampoco se había parado a pensar en lo que pensaría Miranda al marcharse como se marchó. Suspiró y decidió que realmente no importaba lo que dijera, porque Mariah no tenía nada que ver en esto. No sentía la necesidad de darle explicaciones solo por el hecho de que ella hubiera tenido la delicadeza de quedarse a desayunar cuando él no lo hizo.


No, tenía que salir yo” murmuró Robert según pasaba a su lado sin mirarla a la cara.


Esta tía tendría que aprender a meterse en sus asuntos, pensó, golpeando la puerta del baño con el puño.


¡Patrick! ¿Has acabado ya?”


¡Hola tío!” gritó Patrick. “¡Salgo en un minuto!”


Robert se apoyó contra la pared, ocultando su cara tras sus manos, intentando librarse del dolor de cabeza que amenazaba con destrozarle. Escuchó a Mariah hablando con alguien por teléfono. Probablemente sería Miranda, pensó. Y entonces, Miranda le contaría a Mariah que se había largado sin mediar palabra y Mariah le pediría explicaciones. Él tenía dos hermanas. Sí alguien sabía cómo eran las tías, ese era él.


Puso los ojos en blanco y se concentró en la conversación que estaba teniendo lugar en el salón.


Sí, estoy en el piso de Patrick. Sí, acaba de llegar. Parece que tiene una resaca de flipar” Mariah se rió y Robert apretó la mandíbula. Algunas chicas eran unas rastreras y otras eran increíblemente leales. En estos momentos, Robert no sabía que tipo de chica odiaba más. Alzó la vista y vio que Mariah estaba en la puerta, mirándole.


Está justo aquí, ¿quieres hablar con él?” preguntó Mariah mientras le miraba con curiosidad. El cuerpo de Robert se tensó, preguntándose si le iba a echar la bronca o no. ¿Qué iba a decirla? ¿Querría Miranda algún tipo de explicación? ¿Sería su voz tan suave como la noche anterior o sería ronca y rasgada de tanto beber? Se miró los pies mientras escuchaba la voz al otro lado de la línea, intentando averiguar qué decía.


¿No quieres? ¿Por qué?” dijo Mariah, riéndose de algo que había dicho Miranda.


¡¿No quiere hablar?!


Respiró aliviado y se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración un rato largo mientras esperaba su respuesta. ¿Por qué no quería hablar? De todas formas, probablemente sería lo mejor, ¿no?. Pero aún así, se preguntaba por qué no quería hablar con él. ¿Sería porque no le gustó la noche que habían pasado juntos? ¿Porque pensaba que fue un error y quería olvidarse?


¡Una cosa es que saliera corriendo de allí, pero él nunca consideraría la noche que pasaron juntos un error! Robert sintió como se le hundía el corazón. Odiaba el modo en que su cabeza empezaba a analizar la situación cuando realmente no importaba, porque él tampoco quería hablar con ella ¿vale?


Mariah vio la cara de Robert y le miró divertida. Obviamente, la cara es el espejo del alma. Decidió dejarlo correr; las chicas siempre se cuentan todos los detalles. Si Miranda era como todas las demás, Mariah sabría todo acerca de ellos antes de la hora de la comida.


Robert rezó para que Patrick saliera ya del baño.


Venga Miranda”! Oyó decir a Mariah. “No es como si...” Miranda la interrumpió y habló un poco más.


La necesidad de huir era más fuerte con cada segundo que pasaba. Robert estaba tan ocupado mirando a la pared que ni se dio cuenta cuando Mariah se acercó a él y le plantó el teléfono en la oreja.


¿Hola?” escuchó decir a una voz al otro lado, reaccionando ante el ruido de su pelo rozando el altavoz.


Uh” dijo echándole una mirada a Mariah. ¿Es que su opinión no contaba? Mariah simplemente asintió mirando el teléfono de un modo que no le dio opción a negarse. Suspiró con fuerza y se arrepintió cuando se dio cuenta de que Miranda probablemente le había oído.


Hola” dijo intentando mostrarse alegre, pero no lo consiguió.


¿Robert? ¿Eres tú?” su voz era dudosa y algo ronca, no como la noche anterior.


Estooo... sí”. Notó como se ponía colorado mientras miraba a Mariah. ¿Qué coño se suponía que tenía que decir ahora?


Oh...” murmuró Miranda. “Uh...¿resaca?”


Aún no...¿Yú?”


Sí, un poco”


Uh, el café te ayudará”. ¿El café te ayudara? ¿Era tonto o qué? ¿Pero qué se supone que debía decir? ¿Darle las gracias por una noche genial? ¿Comentar la colección de libros? Sí, eso parecía lo normal. No se despidió de ella, pero estuvo cotilleando sus libros. Puede que también debiera hablar sobre el contenido de su cajón de la ropa interior.


Uh uh... O una aspirina” Robert puso los ojos en blanco. ¿Acaso ella no tenía nada que decirle tampoco? ¿Ningún comentario sobre por qué se fue así? Él podía advertir que no estaba muy emocionada por hablar con él, así que probablemente no le había hecho mucha gracia. ¡Él podría explicárselo si ella sacase el maldito tema de conversación! Decidió hacerlo él mismo.


Estooo, verás... me he despertado pronto...” empezó a decir. Se sentía como el mayor capullo del mundo.


Ya me he dado cuenta...” dijo muy seca. Definitivamente, no le había hecho gracia que se fuera.


¿Ah sí?”


Sí...cuando cerraste la puerta”


Oh...porque...no quería despertarte”


Bueno, vale... escucha, ¿me pasas con Mariah otra vez?”


Claro...” Sintió la necesidad de suplicarla que le perdonara por marcharse así. Sabía que estaba enfadada con él, y con toda la razón. ¿No se merecía ella mucho más que eso? Suspiró, derrotado, al darse cuenta de que no podía hacer nada al respecto.


Le dio el teléfono a Mariah y se puso de cara a la puerta del baño.


Justo en ese momento, Patrick abrió la puerta del baño y Robert encontró su vía de escape. 

8 comentarios:

  1. yo lo hubiera amarrado a la pata de la cama para que no tuviera oportunidad de escaparse jajaja! si estoy loca.
    besitos Maria!

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  2. Ala!! Miranda que dura es,no?? jor!! viva por Miranda!!! y Robert desaliñado y despreocupado de la vida... XD
    UN mua Maria!!

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  3. jajaja que moooooooono!!y ole la tia, con un par!!jajajaja

    gracias wapa!!

    bsks

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  4. Genial, me encanta jaja ... estoy deseando leer más !
    Un besote

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  5. Pobre Robert! se ve qe miranda no es como las qe el frecuenta...

    Muy bueno!

    Mas por favor!

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  6. Muy chuloo!! ya tengo ganas de leer mas, a ver que pasa, jajaja.

    un beso!

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